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Julio | 13

Viernes 13 de Julio 2018
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Concierto sinfónico dirigido por Pablo Druker con Stefan Dohr como uno de los solistas de corno

LA CAMERATA ACADÉMICA INTERPRETARÁ OBRAS DE J. HAYDN Y L. V. BEETHOVEN

El viernes 13 de julio próximo, a las 20, en la Sala Astor Piazzolla del Teatro Argentino de La Plata, dependiente del Ministerio de Gestión Cultural de la Provincia de Buenos Aires, se realizará un concierto sinfónico extraordinario de la Camerata Académica que contará con la dirección de Pablo Druker.

En la primera parte, se ofrecerán la Obertura Coriolano, Op. 62, de Ludwig van Beethoven y el Concierto para dos cornos y orquesta, en Mi bemol mayor, Hob. VII d/2, de Franz Joseph Haydn (con la actuación como solistas de Stefan Dohr y Pablo Nalli). Para finalizar, se ejecutará la Sinfonía Nº 1, en Do mayor, Op. 21, también de Beethoven.

Cabe destacar que Dohr ha sido solista de corno, entre otras orquestas, en las de Fráncfort, Niza y Bayreuth y actualmente ocupa ese cargo en la Filarmónica de Berlín.

Intervendrán como refuerzos Costanza Goldenberg Thiery, Esteban Rossi, Julieta Luchetti Favero, Franco Luchetti Favero, Guillermo Báez Núñez, Carla Ramos y Gloria Villa (violines), Nahuel Ortega, Candela Gómez, Sofía Vocaturo y Cecilia Bugallo (violas), Gonzalo Mollo Quetglas (contrabajo) y Joaquín Bellucca (flauta).

Habrá localidades a un costo de $ 300, disponibles en la boletería del Teatro (habilitada de martes a sábados, de 10 a 20 y los domingos, de 10 a 17) Jubilados, pensionados, docentes y estudiantes gozan de un descuento del 50 %. Las personas con discapacidad acceden gratuitamente y su acompañante abona la mitad del precio.

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Concierto Sinfónico Extraordinario de la Camerata Académica

Viernes 13 de julio, a las 20

Obras de F. J. Haydn y L. v. Beethoven

Solistas: Stefan Dohr y Pablo Nalli (cornos)

Dirección: Pablo Druker

Sala Astor Piazzolla del Teatro Argentino (Av. 51 entre 9 y 10, primer subsuelo, La Plata)

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Sobre las piezas que forman el repertorio

Ludwig van Beethoven (1770-1827) compuso la Obertura Coriolano en 1807, no basándose en el conocido drama shakesperiano sino como introducción musical a una tragedia de Heinrich Joseph von Collin, a quien la obra está dedicada. Las dos creaciones teatrales mencionadas se refieren, obviamente, al líder romano Cayo Marcio Coriolano. El tema del héroe que lucha por su libertad frente a todas las adversidades que se le presentan sedujo una vez más al genio de Bonn. El libreto de Collin ya se venía representando desde 1802, pero en 1807 se decidió ponerlo en escena una vez más con el expreso propósito de ofrecerlo precedido por este flamante introito sonoro. El estreno se produjo, con la batuta del mismo autor, en el palacio vienés del príncipe Lobkowicz. No es, como resulta habitual para el género, una obra programática, sino que evoca apenas genéricamente los temas principales de la pieza dramática.

Franz Joseph Haydn (1732-1809) es uno de los máximos representantes del período clásico y, por sus aportes a ambos géneros, suele considerárselo “padre de la sinfonía” y “del cuarteto de cuerdas”. Y es que su prolífica producción incluye 106 sinfonías, 80 cuartetos, 47 sonatas para piano y 24 óperas. Pero, en proporción, escribió muchos menos conciertos: 17 en total. Conciertos para uno o dos cornos han sido atribuidos con dudas a Haydn, pues hay quienes creen que en realidad fueron creados por su hermano menor, Michael, o por Anton Rosetti. Sin embargo, en el catálogo que ideó Anthony van Hoboken para clasificar las partituras de Franz Joseph se sumó como propio el Concierto para dos cornos y orquesta en Mi bemol mayor. La obra, que cuenta con tres movimientos –Allegro maestoso, Romanza: adagio y Rondo: allegretto-, es magnífica y pone en tela de juicio la opinión de quienes sostienen que son los conciertos de trompa de Mozart los que poseen auténtico carácter paradigmático.

La primera de las sinfonías de Beethoven fue esbozada hacia 1795 y la première tuvo lugar en Viena cinco años después. “Es una caricatura de Haydn llevada hasta el absurdo”, dijo entonces un inclemente crítico, sin dotes para percibir que, aunque había una influencia innegable de su maestro, se insinuaba ya en esta primera incursión por el género un talento original. Ya no era una partitura pensada para los salones de danza sino escrita con otras pretensiones, como evocar mediante ciertos aires marciales a la Revolución Francesa que el autor admiraba. Comenzar con una disonancia, evitar el convencional inicio en la tonalidad de Do mayor y apelar a una novedosa orquestación, anticipaban ya que se estaba ante alguien dispuesto a dejar un sello indeleble en la historia de esta forma musical. 

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