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TEATRO ARGENTINO

Palabras del Gobernador Kicillof durante el Encuentro Provincial de Educación por los 140 años de la Ley 1420

Jueves 8 de Agosto 2024

Muchísimas gracias primero a Alberto [Alberto Sileoni, director general de cultura y educación de la provincia de Buenos Aires], a todo el grupo, el equipo que gestiona el Ministerio de Educación, la Dirección General de Cultura y Educación. Muchas gracias también por este Encuentro Provincial de Educación al Consejo General de Educación, que es un órgano pluripartidario, al que le debo, además, y no lo había hecho todavía públicamente, un especial agradecimiento porque ustedes saben que hace poco hicimos modificaciones importantes, históricas en el régimen educativo en la secundaria y fue aprobado por unanimidad en el Consejo General de Educación. 

Una muy breve reflexión. Por supuesto que tenemos mucho de qué hablar porque han dedicado acertadamente este encuentro a los 140 años de la Ley 1420 que me parece que es una discusión importante, no solo por su relevancia histórica, sino por la coyuntura que estamos viviendo. Donde parece que todo se pone en cuestión y todo hay que discutirlo de nuevo. Una suerte de terraplanismo multidisciplinario y generalizado. Todo lo que creíamos que era obvio, evidente, parece estar de nuevo en discusión y, a veces, de una manera muy superficial, de una manera muy falsa, de manera violenta, agresiva. Casi eso de la política del shock, pero cotidiana, diaria, permanente, como para dejar a la sociedad y a buena parte también de quienes tienen funciones en el ámbito de la comunicación como atontados de tantos golpes y tantas novedades, a veces, perturbadoras.

Anteayer estuvimos en el Coliseo Podestá lanzando un curso de formación política. Me invitaron, ya no en carácter de gobernador, sino de militante, a dar la clase inaugural de ese curso. Para mi sorpresa, un curso que se difundió muy poco y que tuvo 10.000 inscriptos. Un curso de 24 clases de formación política con 10.000 inscriptos e inscriptas. Cuando digo que lo difundimos muy poco es porque realmente fue casi clandestino, fue de boca en boca y había 10.000 inscriptos e inscriptas. Fue presencial y virtual. En La Plata, en la provincia de Buenos Aires, más o menos, 3.000, y en el resto del país 3.000 más.

Y digo de mi sorpresa porque la verdad es que hay mucho interés. Y a veces nos tratan de convencer de que la única forma eficaz de comunicarnos, de reflexionar, de pensar son las redes sociales, el TikTok, y que hay una especie de aversión —por no decir miedo o desprecio— a la profundidad y al contenido. Pareciera que todo hay que resolverlo en 140 caracteres porque sino no hay interés y no hay escucha. Y la verdad es que hay cuestiones que no se pueden resolver, discutir, reflexionar, pensar, por su importancia, por su gravedad, por su densidad, ni en un hilo de Twitter ni en un videíto de TikTok. No es todo reemplazable por esa modalidad. 

Voy a tratar de no extenderme demasiado, pero va a ser más largo que un videíto de TikTok, confieso. Así que, me sorprendía y después me quedaba un poco avergonzado, me resultaba embarazoso haberme sorprendido con el hecho de que 10.000 pibes y pibas, fundamentalmente jóvenes, se inscribieran en un curso de 24 clases de formación política, sobre cuestiones internacionales, cuestiones latinoamericanas, cuestiones argentinas y temas vinculados al campo nacional y popular. Digo esto porque lo peor que nos puede pasar es caer presos de esas operaciones a veces de convencimiento social, de ingeniería social y casi de marketing político que nos dicen “bueno, a nadie le interesa más tal cosa”, y machacan con que la sociedad cambió, los pibes y pibas están en otra y a nadie le interesa nada.

Entonces, lo peor que nos puede pasar, sin hacer ni siquiera la experiencia, o el intento de hablar de otra manera, comunicar de otra manera y, por lo tanto, comunicar otras cosas y discutir otras cosas, ser prisioneros de esas olas, de esos intentos, de esas instalaciones y ni siquiera probar haber si hay un interés distinto y una escucha distinta. Creo que esto ha ocurrido varias veces en la historia nacional reciente, la que me tocó vivir a mí por ejemplo. Que vía encuestas, sondeos de opinión, focus group, que decían que ahora la sociedad está en este canal, con estas inquietudes, con estos límites, con esta agenda, y esa era la agenda a la que nos teníamos que someter.

Tuvimos una primera reunión con el presidente de la Nación, donde nos convocaron a los gobernadores; hace mucho, al principio, ya parece que fue hace siglos. Y el presidente dijo que ahora venía la onda del ajuste, que había que ajustar y achicar todo, y aunque sea cruento, aunque hubiera que resquebrajar, aunque fuera cruel y hubiera que echar gente. Bueno, empezó a decir todas estas cosas y yo también, con un poco de espanto, observaba como muchos de mis colegas gobernadores se plegaban a eso, como si fuera una especie de cuestión de mandato escrito en piedra, inexorable. Entonces decían: “yo en mi provincia voy a echar a tantas personas. Voy a cerrar tantos ministerios, voy a cerrar tantas dependencias”, haciéndose eco de lo que proponía el presidente de la Nación, que efectivamente hizo con el daño que estamos observando.

Porque lo vemos cotidianamente cerrando organismos, clausurando organismos e incluso con ese ajuste, achicando presupuestos para cuestiones tan importantes como la formación universitaria, como nuestro sistema científico-tecnológico. Para terminar la anécdota, estábamos ahí y había una especie de concurso, remate, y alguno decía: “Yo voy a cerrar tantos ministerios. Yo voy a echar”, por supuesto que no era generalizado, pero yo escuchaba eso. Incluso gobernadores que habían sido reelectos, que venían de un mandato anterior donde habían hecho gala de esas dependencias, de esos ministerios, y ahora resulta que decían, como asumiendo un nuevo clima de época, una nueva situación, un tema prácticamente meteorológico, “Bueno, cambió todo, ahora hay que hacer esto y yo lo voy a hacer y yo voy a ser un buen alumno del ajuste que propone el Gobierno nacional”.

Obviamente, después me tocó hablar. Previsiblemente yo dije que no estaba de acuerdo con nada de eso, que no lo iba a hacer; que al revés, que a nosotros nos habían votado, en la provincia de Buenos Aires, para tener un Estado, por supuesto, siempre más transparente, de mejor calidad, pero nos habían votado para que haya más Estado en la provincia de Buenos Aires, para que haya más educación, más salud, más seguridad, más infraestructura. No fue un momento cómodo, tengo que reconocer. Era un poco a contramano, con excepción de compañeros gobernadores que tampoco.

Pero no para poner esto de relieve. Simplemente lo menciono para encuadrar este encuentro con las mesas, con las discusiones, que se vayan a llevar adelante, pedagógicas, para encuadrarlo dentro de la coyuntura y de la situación, del contexto: dónde estamos y qué es lo que estamos haciendo en la provincia de Buenos Aires.

Acá esos vientos de ajuste, de recorte, de destrucción del Estado, de falta de reconocimiento de los derechos, en la provincia de Buenos Aires, no es que esté alambrada ni fortificada, pero les puedo asegurar que no entran. Obviamente, se mezcla con las ideas de fundir a las provincias, no sólo a nuestra Provincia, de recortarla, de asfixiarla, a veces por cuestiones presupuestarias, a veces con un aditamento político que suena a una suerte de castigo. Después de la primera versión de la Ley Bases que no se aprobó, trascendió que en una reunión de gabinete, el presidente había dicho: “Ahora voy a fundir las provincias”.

Por esa filtración, creo que un secretario de Obras Públicas salió de la reunión y lo contó, o lo acusaron a él de haber sido el que lo filtró en los medios, lo echaron. Hecho destacable: nadie desmintió, lo echaron por contarlo, no por inventarlo. Es importante porque a veces se nos pasan estas cuestiones. O sea que yo doy por cierta la versión, porque no la desmintió nadie. Iban a fundir a las provincias, dijeron, en venganza por no haber aprobado esa ley. Y más allá de si se dijo o no, se empezó a hacer. Porque a los dos o tres días, empezaron los recortes de fondos vinculados al transporte, que llegaban, no a la provincia de Buenos Aires únicamente, sino al resto de las provincias.

El Fondo Compensador de Transporte y luego se encareció el boleto de bondi en toda la Argentina. El Fondo de Incentivo Docente fue después de este episodio, porque venían diciendo, que sí, que no, pero después se cortó definitivamente. Todo planteado como: “Vamos a castigar a los gobernadores por no haber mandando a los diputados a votar una ley, entonces los vamos a castigar de esta manera”. Me parece que ahí también hay un importante malentendido que hay que evacuar.

A veces estas cosas se ponen como “vamos a asfixiar al gobernador, vamos a castigar al gobernador para que haga tal cosa”. ¿Qué cosa había que hacer? Indicarle o mandar a los diputados o senadores para que voten determinadas cuestiones. O sea que había un importante desconocimiento de la división de poderes, para empezar. Pero luego también había otra cuestión central que quiero dejar planteada: cuando cortan el Fondo de Incentivo Docente, por supuesto que afecta al gobernador, por supuesto que afecta al gobierno, pero lo que hicieron fue sacarle la plata del bolsillo a los maestros y las maestras de toda la Argentina. O sea que estos castigos bíblicos, así como el ajuste no era para la casta, el castigo no es para el gobernador, es para el pueblo de la provincia de Buenos Aires y para cada una de las provincias argentinas.

Y lo planteo porque, ¿cuál es el temor que, por lo menos a mí, me provoca la instalación de determinadas agendas y determinadas modalidades en la comunicación, en el diálogo, en las interacciones políticas? ¿Qué es lo que más me preocupa? Que desde determinadas usinas de opinión y de ideas, se instale que ahora la sociedad, que ahora el pueblo, que ahora la dirigencia, está en esta sintonía. Que es esta. Y con estas preocupaciones. Que son estas.

Vamos a hablar de modalidades. Por eso empecé con el tema de las redes, porque son un tema, las redes, los telefonitos y las formas digitales. Hay una especie de relato que dice que esta campaña electoral, el voto, tuvo que ver con las redes sociales. Que se votó porque determinadas ideas, determinada dirigencia, el propio presidente, actuaba en las redes sociales y entonces que esto es lo que determinó el voto. Yo no estoy de acuerdo —pero dejémosla ahí—, pero por lo tanto se establece o se decreta que ahora todo hay que someterlo y hay que adaptarlo a ese formato. Todo tiene que ser en ese formato porque es el único formato que tiene llegada, que tiene incidencia, que tiene alcance. Entonces todo tiene que ser así.

Es decir, de un hecho falso —porque yo considero que es falso el primer diagnóstico— después se saca una conclusión no solo falsa, sino grave y peligrosa, porque nos quieren someter a todos a esas modalidades. Convengamos que la comunicación a través de las redes sociales —no me estoy peleando con eso ni estoy desconociendo la incidencia que tiene, la influencia, de las nuevas tecnologías, de los nuevos modos de la cultura, de la sociabilidad; no estoy diciendo nada de eso ni pretendo agotarlo— existe, sí, por supuesto; es importante, sí, claro, pero no es exclusiva y única, ni ha desplazado a todo lo demás.

Es como una suerte de hecho de época que se convierte y se consagra en una moda y, de pronto, es lo universal y exclusivo. Y a mí me resulta riesgoso y para eso quiero traer una experiencia que también tuvimos, seguramente, muchos de los que estamos acá. En la elección del año 2015 y las primeras etapas del gobierno de aquel momento de Juntos por el Cambio —donde también empezó la cosa de los trol, de las redes sociales, de cómo se gana una elección, de cómo se tiene que dirigir uno a la sociedad, de cómo tienen que ser los discursos— se consagró el “ahora todo esto es así y todo lo demás es anacrónico, está atrasado, no sirve, debe abandonarse”.

Y resultó que no. Que luego, con el paso del tiempo, esas modalidades que existieron y, repito, tuvieron alguna influencia, alguna importancia, alguna incidencia, pero, que evidentemente, no eran lo único, lo exclusivo —y, además, para colmo, naturalizándolo—, lo mejor y lo que había que adoptar. Después eso se pinchó y se cayó como un piano. Y ya no alcanzaba con los troles, con las redes, con las falsas noticias y a todos les pareció obvio que había sido una tontería creerse que teníamos que bailar a ese ritmo.

No estoy vaticinando nada. Lo único que estoy diciendo es que hay un problema con que nos creamos ese tipo de cosas. De pronto compremos, por decir así, esos discursos basados en circunstancias reales y hechos nuevos, pero los convirtamos en una verdad absoluta y eterna. Y hay un riesgo, ¿por qué? Porque hay, indudablemente —sin ponernos ni filosóficos ni modernos—, alguna correspondencia entre forma y contenido. No se puede hacer cualquier cosa que uno quiere hacer, de cualquier manera que a uno le impongan.

Lo digo de otra forma: que esos formatos de comunicación, esos modos, esas nuevas herramientas, tienen alguna evidente influencia, incidencia y utilidad, pero que hay cosas que no pueden someterse a ese formato. Que hay saberes, que hay explicaciones, que hay discursos, que no pueden resumirse. Mientras algunos mensajes son muy afines a ese formato, incluso propios de ese formato, hay otros que son prácticamente imposibles de ser transmitidos a través de ese formato. Y hay otros más que son imposibles, no solo por el discurso y su contenido, sino también por los efectos que se buscan y el tipo de comunicación que se necesita.

Voy a ser más preciso: a través de pequeñas pastillitas en TikTok, en YouTube o YouTube short, o cualquiera de las herramientas, Instagram, Facebook, Twitter, hay cosas que se pueden transmitir así, pero otras no. Entonces, ¿qué problema hay? Si hoy caemos en la trampa de que todo discurso político para ser eficaz necesita someterse a ese formato, entonces empobrecemos muchísimo el discurso político y la discusión política. Y, además, yo creo que terminamos imponiendo determinadas modalidades de comunicación que a veces se contradicen con las formas de construcción política que uno busca.

De nuevo, más concreto y más explícito: me parece que hay procesos, que hay discusiones, que requieren otras extensiones, otras modalidades, que requieren intercambios. Yo no voy a decir que Twitter es autoritario, pero sí que las formas de interacción son muy limitadas o muy encapsuladas en determinadas modalidades que no permiten, por ejemplo, una conversación constructiva, un disenso que termine saldándose en una conclusión común. No estoy haciendo una descripción de las nuevas modalidades de la comunicación o de las nuevas tecnologías, ni nada parecido. Simplemente estoy celebrando que nos encontremos hoy, que en una jornada haya varias mesas, que esas mesas impliquen reflexiones, debates, discusiones. Que den participación y que luego lleguen a determinadas conclusiones.

Me permito decir, podrán tacharme de antiguo o anacrónico, pero yo estoy convencido de que para construir una transformación profunda de un sistema educativo, no vamos a poder, no podemos, es imposible, que recaigamos o nos apoyemos, exclusivamente, en estas nuevas, modernas, novedosas, formas de comunicación. Tal vez alguien dirá que soy un tipo antiguo y clásico, pero yo creo que es fundamental, crucial, verse cara a cara, encontrarse. Aún para disentir y discutir, pero sin agresión, sin violencia, sin superficialidad. Sin esos dictámenes sumarísimos, que a veces son habituales en estas nuevas formas de sociabilidad, de comunicación y de información. Y lo peor que nos puede pasar, es sin reflexión y por una moda, o por una imposición, como son las mayorías de las modas, creernos eso que nos tratan de vender.

Me parece central que el sistema educativo de la provincia de Buenos Aires, incluso con una mirada más amplia y federal, se reúna a discutir estas cosas. Porque no es lo único que hay, pero en esta nueva forma de comunicación la verdad es que la mentira, la agresión, el engaño, son moneda corriente. Incluso han contagiado otros dispositivos, otro sistema de comunicación, con esas modalidades, en algunos aspectos que serán buenos, pero yo veo varios que son bastante malos. Empezamos a ver, por ejemplo, que en los noticieros de televisión o en la prensa escrita, se adopta la modalidad del Twitter o de los mensajes cortos, breves y, a veces también, de la idea de “no importa de dónde viene, cuál es la fuente”. Entonces se empieza a perder un poco, no digo la objetividad, pero sí la capacidad de reconocer fuentes confiables, de distinguirlas de las que no lo son, y entonces se arma un mar de confusión.

Hoy, celebrando los 140 años de la Ley 1420, quiero decir que tenemos un problema. Porque cuando uno celebra la Ley 1420, una ley importante, como decía Alberto, bastante precoz en su aplicación, incluso continental. Es decir, la Argentina fue pionera en la cuestión de la enseñanza pública, gratuita, universal y obligatoria, fue pionera regional. Como lo fue también la Reforma universitaria del 18. Eso yo siempre lo repito porque impresiona y porque además hay, a veces, esa tendencia a menospreciar algunas cosas porque son propias. Pero la Reforma Universitaria del 18 tuvo consecuencias y tuvo influencias a nivel global e internacional, y en Europa particularmente.

A mí siempre me impactó, me interesó, leí bastante sobre lo que fue el Mayo Francés del 68. Siempre me impresionó. Tenía incluso un librito que retrataba pintadas. Ustedes saben las frases célebres del Mayo Francés, que estaban en francés. Lo digo porque una de las frases célebres de Sarmiento está en francés también: “las ideas no se matan”.

Entre todas esas frases que después pasaron a la historia, una era una reivindicación de la reforma que había ocurrido 50 años antes en Córdoba, que se había iniciado en Córdoba y se reivindicaba después en París, en la Sorbonne. Esto era para decir lo precoz y lo pionero que fue nuestro país en algunas cuestiones, que luego se fueron adoptando en otros países, en todas las épocas. 

Pero esta reforma, esta ley tiene hoy una particularidad perturbadora porque fue una ley aprobada durante el gobierno de Roca. Y Roca es uno de los próceres, o héroes nacionales reivindicados por el actual gobierno, como si fuera un precursor, una fuente de inspiración. Y Roca, un liberal, indudablemente. No libertario, un liberal. Un liberal clásico. Del liberalismo clásico, del siglo XIX, acompañado por Sarmiento, acompañado por otros tantos de los héroes, o de los que hoy reivindica el Gobierno nacional actual, porque no quiero calificar a otros tampoco. Lo que digo es que reivindican a Roca. Roca hizo la 1420 y hoy, para que quede muy claro, tenemos un Gobierno nacional que, explícitamente, está en contra de la Ley 1420. Y esto hay que decirlo claramente. Lo que nosotros venimos a defender, que es el espíritu de la Ley 1420, con sus actualizaciones, con sus discusiones, con su evolución, está en cuestión, está bajo el ataque del Gobierno nacional, no solo en el discurso, sino en los hechos, conspirando en la realidad contra la aplicación de la Ley 1420.

¿Por qué está pasando esto? Porque está desfinanciando de manera feroz el sistema educativo nacional argentino y, además, está desertando —me gusta decir a mí—, está abandonando las responsabilidades y las obligaciones que las leyes nacionales le imponen al Gobierno nacional y a sus autoridades, empezando por el presidente de la Nación. Me animo a decir que está violando leyes nacionales en materia educativa. Y creo que es importante porque hay un debate en el plano de las ideas, hay una discusión que, tal vez exagerando, pero para decirlo de alguna manera, es interesante y es relevante tener, pero al mismo tiempo hay una acción política y hay decisiones de gobierno donde, por nuestra Constitución nacional y por nuestras leyes, el Gobierno nacional, su Poder Ejecutivo y el presidente de la Nación no tienen derecho.

O, mejor dicho, no pueden, porque es ilegal, desentenderse, desentenderse de la inversión, de la promoción, del acompañamiento y de la expansión del sistema educativo argentino. No es optativo. Está en la Constitución y está en las leyes. Le puede gustar o no gustar, pero entre tanto estén vigentes las leyes y la Constitución no pueden desertar del cuidado, del acompañamiento y de la inversión en educación a nivel nacional. Es ilegal.

Y tampoco pueden, graciosamente, decir: “bueno, como esto a mí no me importa, no me interesa, o no estoy de acuerdo, no me voy a ocupar más. Que se ocupen las provincias argentinas”. Entonces yo, parafraseando a un pensador, decía: “Todo lo humano le es ajeno al Gobierno nacional”, porque pareciera ser un Gobierno nacional al que no le importa la salud, no le importa la educación, que se desembaraza de esto. Como si fuera un Gobierno nacional sin territorio y sin población, ni habitantes. Con una sola preocupación vinculada a lo que ellos llaman macroeconomía, pero que hoy estamos viendo, dolorosamente, que no es la macroeconomía en todo su alcance, sino cuestiones monetarias y financieras. 

Si uno lee la Constitución nacional y buena parte del plexo normativo de la República Argentina, esto es absolutamente opuesto a lo que dice. O sea, que al no ocuparse de la educación, de la salud porque no están de acuerdo, lo han dicho veinte veces que para ellos no son derechos, bueno, pero lamentablemente les informo que son derechos consagrados por nuestra Constitución nacional, sobre la que todos esos funcionarios juraron. Y a mí me gusta decirlo así, porque hasta ahora yo lo tomaba como una fórmula un poco arcaica y más bien formal, un formalismo.

Porque cuando a uno le toca jurar sobre la Constitución nacional y la Constitución provincial para asumir algún cargo público, sea Legislativo o Ejecutivo, en el juramento dice que uno está dispuesto, o se obliga porque jura o promete, cumplir la Constitución nacional, pero hay una formulita que a ustedes les va a sonar cuando la diga, que es un poco más amplia. Cumplir la Constitución nacional es un hecho casi obvio, porque es el manual de procedimiento, es lo que hay que hacer. Es lo que estamos obligados a hacer. Pero uno no jura simplemente cumplir la Constitución nacional, que esto es lo que le atañe, su incumplimiento le atañe al presidente y al Gobierno nacional. Pero después estamos nosotros que juramos cumplir la Constitución nacional, pero juramos también hacerla cumplir, dice: “¿Usted jura, promete, cumplir, y hacer cumplir, la Constitución nacional?”.

Así que yo no lo digo por enojado, no lo digo para pelearme, lo digo porque lo prometí y lo juré. Va a tener que cumplir la Constitución nacional. Y lo digo así, que uno dirá que es un discurso político, partidario, bueno, no estamos en elecciones. Lo que estoy diciendo es que hay algunas cosas vinculadas con esta contradicción, incluso con esta contradicción entre Roca - Sarmiento, involucrados en la ley de la que estamos hablando hoy, tan importante, y el contenido de esa ley. Y lo que pasa hoy con el Gobierno nacional es que reivindica a estas personas pero no lo que hicieron. No sé qué reivindica.

Porque a nosotros nos toca a veces hablar de Sarmiento, obviamente con el debido respeto, no personal, sino a la historia y a la comprensión, hasta el sentido común. Uno cuando habla de una figura histórica, en general para reivindicarla o incluso para criticarla, parte de reconocer que está haciendo una operación anacrónica por naturaleza. Son hombres y mujeres de otra época histórica, donde había hombres y mujeres, pero decía “hombres” porque eran la mayoría hombres, porque el papel de la mujer… Bueno, tantas cosas han cambiado. No tengo que explicarlo, es obvio.

Así que, cuando uno habla de una figura histórica, aún las que uno reivindica, San Martín, Rosas, Perón, sabe también que hay varias de las cosas, de sus acciones, de sus dichos, que están enmarcados en determinado contexto histórico, cultural, social, que hoy no se podrían hacer de la misma manera, decir de la misma manera, y que, evidentemente, uno reconoce esa distancia.

Pero justamente la 1420, así como habló Alberto Sileoni, sobre Roca, Sarmiento, la Conquista del Desierto, por ellos autodenominada Conquista del Desierto. Uno tiene muchas cosas malas que decir de esa acción militar, pero siempre lo hace con el respeto de comprender una etapa histórica y aún así criticarla. Ahora, justo la 1420, como precursora, como iniciadora de una tradición, como formadora de un país, es lo de Roca y lo de Sarmiento que no se quedó en el tiempo. Es lo que tiene una absoluta vigencia actual.

Así que estamos ante gente que reivindica lo que hoy no se puede reivindicar, porque es otra época, y pretende destruir los cimientos históricos que dejaron y que hoy hacen mejor a nuestro país. Nos tocó muchas veces reivindicar esto de Sarmiento, a la vez que criticamos otras cosas, pero siempre reconociendo ese marco histórico.

Marco esta cuestión que me parece fundamental porque hay una pretensión de inscribirse dentro de determinada tradición y prestigiarse con ella. Dicen: “Acá tuvimos patriotas, héroes, próceres, que hay que reivindicar”, y eso siempre es una operación, a la vez que uno podría decir de discusión teórica, conceptual, hasta histórica, que está en determinados marcos, es una operación de legitimación también. Es una operación de legitimación reivindicar a San Martín, no es sólo hablar de sus cualidades, sino tratar de decir “este es un ejemplo, yo pretendo seguirlo, pretendo estar acorde”.

Acá hay un tema importantísimo para mí y por eso hago este llamado. Todos saben que yo no soy ni sarmientino ni roquista, está clarísimo, dentro de las tradiciones históricas argentinas, pero reivindico cuestiones universales y hasta hoy establecidas como hechos de una plataforma de convicciones, pero también una sensibilidad de la sociedad argentina vinculada a la educación pública, gratuita y obligatoria, que tiene su origen en estos hombres.

Entonces, creo que ahí hay una operación ideológica que hay que empezar a denunciar porque la ley 1420, como bien dijo Alberto, era una ley que tenía varias cuestiones. Una primera que tenía que ver con la educación en sí y la importancia que tiene la educación en la formación de los individuos, en la formación de cada persona. En ese sentido, uno casi podría decir, desde una mirada liberal de cualquiera de sus familias, quién no estaría de acuerdo con que las personas se formen, se preparen, y luego, incluso con una mirada liberal y neoclásica en lo económico “hay que invertir recursos en la educación porque es una inversión que trae ganancia individual”.

A mí, esa mirada unilateral, me resulta repugnante. Decir ¿por qué se educaría una persona? Por conveniencia personal los padres invierten, como quien invierte en una empresa, como quien invierte en una máquina. Entonces le ponés guita para después recuperarla, porque además después te van a mantener cuando sean más grandes. Es como una especie de cuestión egoísta, individualista. Hay economistas que hacen modelos matemáticos explicando esto.

Es más o menos generalizado decir “la gente se tiene que educar”. Ahora la 1420 no dice eso, dice que la educación es importante para el niño, la niña, en esos términos, para él, para su familia, pero luego dice “para su comunidad”, y luego dice también “para su país”.

Creo que la Ley 1420, entre tantas cosas que uno puede señalar, es una ley que pone énfasis en la identidad nacional. Es una ley de soberanía. Entonces yo lo primero que hago es repudiar a quienes celebran a Roca y a Sarmiento, pero recortan la parte de Roca y de Sarmiento donde les importaba la Argentina, donde eran nacionalistas y donde les importaba la soberanía también a través de la educación. Porque un objetivo explícito de la 1420 era formar un país, con una identidad nacional, que los pibes y las pibas quieran a su bandera, quieran a los símbolos patrios, la defiendan y la protejan. Y era un objetivo explícito de la ley. Y era también, para que quede claro, una ley de financiamiento educativo.

Y de inversión en infraestructura escolar. Era una ley de formación individual, familiar, pero social y nacional. Así que lo que digo es que los que reivindican a Sarmiento y a Roca, pero no a la 1420, a sus objetivos, a sus alcances deberían dejar de hablar de Sarmiento y de Roca. Basta de ensuciar a Sarmiento y a Roca destruyendo lo mejor de su obra, repudiando lo mejor de su legado. Basta de utilizar a Sarmiento y a Roca para hacerles decir cosas que no decían.

Y lo digo desde un posicionamiento y una identidad que los critica, pero uno de los elementos centrales, por eso yo creo que acá hay una maniobra de falsificación, de falsificación histórica, de falsificación de una tradición liberal argentina que no es la que expresa hoy el Gobierno nacional. Y a mí me parece importante y central porque se valen, utilizan, los usan para prestigiarse cuando están destruyendo su legado.

Roca era como presidente, pero también en cada una de sus intervenciones, un fanático de la obra pública. Así como uno identifica a Sarmiento con la educación, si uno habla de Roca habla de la obra pública. De lo que hizo, de lo que se proponía y de la función que le atribuía a la obra pública como instrumento, en primer lugar, de acceso y de igualación. Los liberales no estaban en contra de la igualdad. De ninguna manera. Entonces la obra pública, los caminos, los puertos, tanto que ha hecho Roca, era para darle más productividad a nuestra economía, era para dar más igualdad territorial, social, productiva a todo el país federal y tenía certeza y orgullo por la convicción y la comprensión que tenía, y de la que carecen los que hoy reivindican a Roca. Sabía que la obra pública, que la infraestructura nacional, que las obras estratégicas son un patrimonio exclusivo de los Estados nacionales.

Roca, Sarmiento, a favor del Estado y de su función igualadora, de su función educativa, de su intervención necesaria. Así que, de nuevo, basta de ensuciar a Roca y a Sarmiento, porque son los mismos tipos que dicen “no tiene que haber obra pública, no sirve; obra pública cero”.

Y lo que estoy diciendo, ustedes saben, pero como es bastante polémico, quiero agregarle la frase que citó Alberto, pero yo la voy a leer porque es del principal ideólogo de este gobierno, porque es el prócer intelectual que reivindica el presidente de la Nación. Alberto Benegas Lynch hijo. Cito un textual: “Libertad es que si no querés mandar a tu hijo al colegio porque lo necesitás en el taller, puedas hacerlo”. Señor Alberto Benegas Lynch hijo, conocido como Bertie. Le digo, Bertie, eso no es libertad, se llama esclavitud. Mandar a tu hijo al taller está penado por la ley, es trabajo infantil. Sacarlo de la escuela es violar leyes, y eso se abolió en 1813, antes de la 1420.

No puedo dejar de comentar y de compartir con ustedes que, dentro de todas estas confusiones y falsificaciones, y aprovechamientos y utilizaciones indebidas de figuras históricas, de tapas históricas, escuchábamos el otro día al presidente de la Nación en la Sociedad Rural Argentina, decir —ya lo venía insinuando, pero ya de una manera explícita— que quería llevarnos hacia una etapa histórica del pasado. Que él reivindicaba un momento histórico que, para él, era el “paraíso perdido” al que había que retornar.

Ya nos había sorprendido con que su proyecto, concretamente, es convertirnos en Irlanda dentro de 35 años. Eso a mí ya me resultaba revelador. Primero, porque sin tener nada en particular contra los irlandeses, yo no quiero ser irlandés, quiero ser argentino. Pero, después, dijo que también había un momento que reivindicaba. Dentro de todas estas confusiones, estas utilizaciones, hay algo para destacar que para mí está bueno. No quiero decir o exagerar, que está buenísimo o no está buenísimo que esté pasando esto, pero por lo menos hay un sector político que encabeza y expresa el propio presidente, que pone sobre la mesa un marco ideológico, un marco teórico. Aunque sea medio estrafalario, bizarro.

Porque nos dice: “Bueno, vamos a aplicar en Argentina la ideología austríaca”. Yo les aviso, para decepción de muchos, que la Escuela Austríaca nunca se aplicó, hoy no se aplica y no es importante, por ejemplo, en Austria. O sea, que la Escuela Austríaca no goza de demasiado prestigio en Austria tampoco. O sea que nos quieren llevar a Irlanda, pasando por Austria. Liberal-libertarios, anarcocapitalistas, topos que destruyen, dinamitan. Bueno, estamos escuchando todo eso.

Qué tengo —un poco con exceso de optimismo— para decir. Que por lo menos hay algo para discutir. Porque hubo experiencias neoliberales en la Argentina que desindustrializaban en la práctica, pero en el discurso defendían la industria. Que generaban desigualdad pero en el discurso hablaban de la igualdad. Que desfinanciaban la educación mientras decían que lo más importante del mundo era la educación pública.

Hace poquito lo reivindicaban públicamente, incluso en campaña electoral, en su plataforma, decían: “No, nosotros bancamos la educación pública, la universidad pública”, y después cada tanto había algún exabrupto, en general dicho en círculos pequeños, cerrados. Eran filtraciones, donde decían: “Ningún pobre llega a la universidad”. Exhibían un poco, lo que, probablemente, por lo menos algunos de ellos pensaban, en su íntimo conocimiento. Pero les había indicado algún Durán Barba de turno que no convenía decirlo, entonces no lo decían en general, al revés. O sea que decían lo contrario a lo que hacían.

Hoy, si bien podemos marcar varias cosas que no están pasando -dolarización, destrucción del Banco Central-, el otro día acompañé a uno de mis hijos a la Plaza de Mayo y para mi sorpresa está enterito el Banco Central. Está enterito, vivito y coleando y timbeando el Banco Central. Así que eso tampoco.

Los váucheres resultaron ser una especie de beca para los que van a escuelas públicas de gestión privada. O sea que tampoco el váucher. Hay muchas cosas que no han cumplido, casi todas. Pero, así y todo, revelan cuál es su pensamiento íntimo, ideológico. Y eso creo yo que, a los efectos que tiene, a sus consecuencias, hay que ponerles todo, para intentar evitarlas porque es muy dañino, es muy destructivo lo que está ocurriendo. Por eso nosotros decimos que el Gobierno de la provincia de Buenos Aires, que no está de acuerdo con estas cosas, que nos votaron explícitamente para hacer lo contrario, que tenemos la vocación, la voluntad y el compromiso con el pueblo de la provincia de Buenos Aires, no de cerrar la educación pública, sino de expandirla, no de invertir menos y ajustarla, sino invertir más y mejorarla. Nosotros tenemos que funcionar, aún en estas circunstancias, como un escudo protector de los efectos de estas políticas para el pueblo de la provincia de Buenos Aires.

Probablemente por primera vez de manera tan abierta y descarnada, se dicen estas barbaridades como la que acabo de leer de Benegas Lynch. Ya no es decir “los derechos humanos” o siquiera la aberración esta del “curro de los derechos humanos”, ahora es que los diputados nacionales van a visitar a genocidas. O sea que está todo más a flor de piel sobre la mesa. Fue el 2x1, ahora es buscar instrumentos porque esto no fue una visita humanitaria y casual, esto ya es claro y evidente, es muy grave, es demasiado grave. En algunos es una reivindicación del terrorismo de Estado y de la dictadura y de los genocidas. En otros, simplemente, tal vez en apariencia más inocentemente, es buscar algo, dos demonios o algo parecido. Pero hay mucho de eso.

Ahora, pocas se veces se vieron escenas de esta obscenidad. Pocas veces se dijeron cosas tan terribles como estas que estoy repitiendo y podría citar muchas más. Entonces, esto nos pone frente a una discusión, además de la cuestión real, material de gobierno, de que cuando nos quieren asfixiar, ahogar, seguimos abriendo escuelas. Además de eso, que es una respuesta. Si a mí me preguntan qué hicimos para oponernos a lo que está pasando en el país en estas dos semanas, sintetizando, dijimos muchas cosas, hablamos, polemizamos, pero para ser bien claro, bien concreto y bien fuerte en la crítica al Gobierno nacional, la semana pasada abrimos tres escuelas y sólo ayer dos centros de salud. O sea que es una forma bastante contundente de oponerse a esos que quieren armar, sumarnos y subirnos al carro del ajuste, al carro de la exclusión. Y no va a pasar, y no está pasando en la provincia de Buenos Aires.

Por eso iba a otra reivindicación, lo que dijo [el presidente] en la Rural, la de tratar de llevarnos en una especie de túnel del tiempo al modelo agroexportador. En la facultad de Ciencias Exactas, me tocó participar de un panel donde explicábamos que buena parte de esta construcción se basa en una inexactitud, en una imprecisión, llamémoslo en un error, yo ya lo digo claramente, en una mentira, que es que la Argentina fue la primera potencia del mundo, por una estadística, de un proyecto, el proyecto Madison. Bueno, cosas de economistas, cosas de estadísticas.

No era la primera potencia durante la época del modelo agroexportador, aunque una medida particular del producto bruto per cápita pueda decir algo parecido que, además, está claramente mal hecho metodológicamente, pero no es la discusión que quiero tener. Sí, a uno le da un poco de nervios, de incomodidad, de vergüenza que quien nos representa internacionalmente ante plateas internacionales de presidentes vaya a decir “Argentina era la primera potencia a fines del siglo XIX”.

No porque uno diga que es una vergüenza porque está mal hecha la serie histórica, sino porque es un papelón. Le estaba diciendo a los presidentes, o a representantes de Europa, de Estados Unidos algo que si era así es un cambio en la historia universal. Hay que escribir de nuevo la historia universal y es incómodo, es embarazoso, da vergüenza. Porque dice: “Nosotros éramos la primera potencia”. Y me parece grave porque después empieza a tener consecuencias en las relaciones internacionales de la Argentina, pensar que se puede plantear cualquier cosa, de cualquier manera, agredir a cualquiera en algo tan importante y en la actualidad, como es la cuestión diplomática y de las relaciones internacionales.

El Presidente de la Argentina se peleó con los principales socios comerciales del país, los agredió, los insultó y estuvimos, en algunos casos, a punto de romper relaciones diplomáticas, llamando a los embajadores por cuestiones que dicen que además son mentira. Y son ideas absurdas que tiene en su cabeza, pero que no comparte nadie. No le puede explicar a nadie. Decirle a Lula comunista y empezar a pelearse por esas cosas. Si tiene todas esas ganas de decir barbaridades que las diga en un cuarto cerrado, y no adelante de gente importante que, además, tiene con el país una relación histórica, central y que hace al bienestar de los argentinos y las argentinas. O sea, que no juegue con nuestro país, que no bromee con nuestro país, que no agreda en nombre nuestro. Eso creo que es lo que hay que decir. No hay que andar agrediendo en nombre nuestro a pueblos hermanos.

Nos quieren llevar al modelo agroexportador. Yo creo que, para un profe de historia, es una buena oportunidad para revisitar lo que fue la Argentina durante la época del modelo agroexportador. Yo entiendo que hay otra malversación intelectual, intentando explicarles a los productores rurales, a cualquier tipo, que el modelo agroexportador, en aquella etapa histórica, era como el único modo en que se le podía dar beneficios, capacidades o importancia a la producción agropecuaria. Que eso es, lo que tenemos que anhelar y buscar. Yo no quiero hoy profundizar en lo que significaba en materia social, en materia financiera, económica, general, el modelo agroexportador en la Argentina. Lo único que tengo para decir es que fue un modelo que convirtió al país en una economía y en una sociedad muy vulnerable a los movimientos de la economía mundial. Muy frágil.

Nos dedicábamos de forma especializada y no diversificada.. Se decía en ese momento “el granero del mundo”. Entonces exportábamos materia prima para el mercado mundial y el modelo agroexportador como especialización, como matriz productiva de la Argentina, que, por un lado, nos hacía muy dependientes del comercio internacional, de los ciclos, las crisis, las situaciones internacionales, muy vulnerables. Por otro, nos llevó a un endeudamiento inmenso. Por eso, cuando Milei reivindica a Roca o a Sarmiento, pero no quiere la escuela pública, no quiere la infraestructura social básica a través de la obra pública, a veces a me dan ganas de preguntar por qué no reivindicaa Avellaneda, que me parece más cercano. Avellaneda, ustedes saben, llega después de una enorme crisis financiera, un default que tuvo la Argentina, el del préstamo de la Baring [Brothers] que venía de la época de Rivadavia.

Un desastre financiero por un montón de desaguisados de los gobiernos liberales conservadores de aquel momento, pero Avellaneda dice que su política central —prácticamente la única— es pagar la deuda externa sobre el hambre y la sed del pueblo argentino. Ahí sí veo que hay una similitud con el Gobierno nacional actual. Pagar la deuda externa, los compromisos internacionales, sobre el hambre y la sed del pueblo argentino. O sea, ajustar hasta que no quede nada y pagar con la timba financiera.

Y ahí sí hay una etapa que tiene que ver con el modelo agroexportador, porque esa fragilidad financiera y económica, ¿qué quiere decir? Y es lo otro que quiero plantear. El modelo agroexportador que reivindica Milei, o sea dedicarnos exclusivamente a la exportación de materia prima sin elaboración local, y todo lo demás importarlo, fracasó. Fracasó en sus propios términos. Esto no quiere decir que la producción primaria, la producción rural, que la fertilidad de nuestra tierra, que los adelantos tecnológicos, que esa fuente de riqueza sea mala. Quiere decir que un país entero que se dedica sólo a eso, es un país que genera exclusión, mucha exclusión, y muchísima vulnerabilidad económica. No es buena idea.

Y esto se demuestra y lo demuestra la historia, la parte de la historia que no están contando. ¿Por qué se termina la etapa del modelo exportador? Algunos dirán “ah bueno, porque llegó Perón, el peronismo y se le metieron”. No, de ninguna manera. El modelo agroexportador sucumbe por su propio peso, implota. ¿Qué es lo que pasa? A principios del siglo XX se inicia, uno podría decir con Hobsbawm, una etapa de tragedias mundiales. Una es la Primera Guerra Mundial, otra es la Crisis del 30. ¿Qué era la Primera Guerra Mundial? Una guerra por la hegemonía entre potencias. Cuando uno mira el mundo, que lo ve de nuevo en guerras, en disputas por la hegemonía, que prácticamente ahora ya queda un poco más preciso que es entre bloques económicos. Es decir, estamos en un mundo complicado.

¿Qué es lo que pasa con el modelo agroexportador? Vivíamos de exportar nuestra materia prima, básicamente alimentos, lo que incluyó carnes, pero después granos también, cuero, sin elaborar y después comprábamos productos manufacturados que venían, básicamente, de Inglaterra. ¿Por qué termina el agroexportador? Porque hay una discusión, un debate, porque ganan acá nuevas ideas, porque con la Primera Guerra Mundial se interrumpe el comercio internacional y no podemos exportarle más a nadie por hechos absolutamente ajenos que tienen que ver con esto que digo de la fragilidad, de la vulnerabilidad de dedicarse a exportar, por decir así, una sola cosa, y prácticamente a un sólo lugar.

Dejás de tener dominio, dejás de tener algún manejo y de poder administrar situaciones que son todas externas y exógenas. Es mala idea, es pésima idea. Nos vuelve un país más dependiente y, además, tremendamente vulnerable y con elementos importantes de exclusión. Nadie dice que no hay que exportar materia prima. Lo que estamos discutiendo con alguien que se le ocurre la peregrina idea de llevarnos al agroexportador de fines del siglo XIX, es que solamente podemos y tenemos que hacer eso. Ese es el problema. Porque en ese modelo, claramente, no hay universidad pública, gratuita y universal. No hace falta en ese modelo. No hace falta un país demasiado federal digamos. Era un país más unitario, más concentrado. Repito, no es un problema con el sector.

Lo que quiero decir es que no es buena idea para nadie, en la vida hasta personal, familiar, que todo dependa de una sola cosa que no manejás. ¿Cuáles eran las crisis del modelo agroexportador? Cuando bajaban los precios internacionales, sobre los que no había ningún manejo, ningún dominio, ninguna capacidad. Hace poquito, cayó el precio de la producción, por lo menos de los granos de la Argentina, y… ¿Qué hacés? De pronto, como pasó también con la sequía. Ya es suficiente la vulnerabilidad que genera la globalización en términos financieros para que además dependas de la exportación de productos, cuyo precio a veces cae extraordinariamente, y entonces se te achica la capacidad económica.

Así que la diversificación productiva, no es algo que haya que discutir demasiado. Por eso creo que hay una novedad. Que alguien nos habla de que nos quiere llevar a un lugar donde fracasó. Y no porque vinimos otros y le dijimos que no está bueno o porque hubo un levantamiento de los excluidos; hubo huelgas de los alquileres, hubo discusiones también en estos gobiernos con respecto a los derechos laborales; hubo un montón de cosas, los problemas de los inmigrantes, las leyes de expulsión de los inmigrantes. Hubo un montón de dificultades.

El centenario argentino dentro de esta época se hace bajo Estado de Sitio por los conflictos sociales que involucran a ese modelo. No les conviene ni a los productores agropecuarios ese modelo. ¿Cómo termina? Termina porque viene la guerra, aparecen los submarinos, si quieren un hecho tecnológico, y los barcos que mandaba la Argentina, estaban bloqueadas las islas británicas, y había submarinos alemanes. Primera Guerra, hundían los barcos mercantes de la Argentina aunque eran neutrales. Y había problema en el tránsito de los bienes, se interrumpía el comercio mundial, no teníamos a quién venderle.

Así que la industrialización en la Argentina, si bien tiene una etapa de florecimiento, de expansión, que nos convierte ahí sí en la principal potencia industrial latinoamericana con el peronismo, no nace con el peronismo, viene de antes, y surge del fracaso que nos quieren vender ahora. Porque vino la Primera Guerra, después vino la Crisis del 30 y después vino la Segunda Guerra Mundial. Durante todo ese tiempo, incluso la famosa Junta Nacional de Granos es creada por un gobierno tremendamente conservador para responder a la Crisis del 30. Para comprar los granos desde el Estado y tratar de colocarlos, que no se podían colocar en el mercado mundial porque ya no existía, no por una guerra, por un conflicto bélico, sino por una crisis financiera.

La producción agropecuaria, primaria, minera, petrolera, hay que fomentarla, hay que incentivarla. Pero dedicarnos sólo a eso, y acá cito a alguien que tenía esa idea hace algún tiempo y que forma parte de esta familia ideológica, que es Martínez de Hoz, decía que había que ir a un modelo especializado exclusivamente en la producción de materia prima, y la palabra central es exclusivamente; no hacerlo, sino hacer sólo eso. ¿Y cuál era el problema que observaba? Sobran 10 millones de personas. Y en ese momento éramos 25 millones de argentinos y todavía no estaban los avances tecnológicos en punto a la agricultura, que también, en materia de trabajo, de mano de obra, han resultado expulsores.

Conclusión, modelo agroexportador, si en la época de Martínez de Hoz, sobraban 10 millones de personas, ahora debemos estar hablando de 20, 30 millones de personas que estarían de más en esa idea de país.

Por supuesto que hay que fomentar la producción primaria, por supuesto que hay que invertir, y eso es invertir en el INTA, invertir en el Conicet, invertir en la universidad. Eso es hacer obras de infraestructura, como hacemos acá, caminos rurales, ruta del cereal, eso es hacer universidades y centros universitarios en el interior de la provincia de Buenos Aires para los que conocen de ingeniería agraria, para los que conocen de administración, de esas explotaciones, sean también producto del interior de la provincia de Buenos Aires. O sea que más educación, más infraestructura. Pero ese modelo de país para pocos, sin educación pública, sin educación gratuita, sin educación obligatoria, está pasando en la práctica. Porque desfinanciar es privatizar.

Hablan ellos de una dolarización endógena. Yo parafraseando eso digo hay una privatización endógena también, que tiene que ver con las conductas, con las actitudes, con las acciones, resultado del desfinanciamiento del sistema público, que afecta a la educación, que afecta a la universidad. Si la universidad no financia —como está pasando hoy— los reactivos, los laboratorios, la bibliografía, los congresos, ¿qué hace un investigador? O se va o busca un financiamiento como si fuera prácticamente una pyme, que uno dice bueno, pero estás haciendo algo privado en medio de lo público, pero cómo se puede seguir adelante de los planes de investigación, con los proyectos, con los programas si desfinancian lo que tiene que ver con una estructura encaminada a mejorarlo.

Ahí tenemos, de nuevo, éxodo de científicos. Pero un proceso peor que se vivió también en los 90 que es que el que financia aunque sea una partecita de la investigación, se termina quedando con el contenido de la investigación.

El FOMEC en los 90 era un programa del Banco Mundial que financiaba la investigación cuando la universidad estaba famélica. Entonces los investigadores trataban, aplicaban o intentaban conseguir un crédito externo para financiar la investigación. Ahora sabemos que si la investigación se financia de afuera el contenido se dirige, se decide. Me acuerdo que en la facultad de Ciencias Económicas de la UBA, donde estaba yo, uno de los programas más importantes que había era de investigación. En las épocas de los 90 donde no había becas, no había subsidio, no había acompañamiento a los investigadores, no había posibilidad de publicar, de viajar, de conseguir elementos, y había un programa gigantesco de estudio sobre la industria automotriz en la Argentina, financiado por la Ford Foundation. Y bueno, ¿qué iba a decir de la industria automotriz un estudio financiado por la Ford Foundation? Entonces esos mecanismos de privatización encubierta, o endógena, son las actitudes que empiezan a aparecer.

Un docente que labura, donde laburaba antes no le alcanza, entonces tiene que empezar a generarse ingresos por otro lado, lo cual termina deteriorando el nivel también, y la calidad, y las posibilidades que tiene nuestro sistema educativo. Y a eso yo también lo caracterizo de perverso: a estos programas de la derecha neoliberal que desfinancian. Eso genera efectos perjudiciales en la formación, en la calidad, en la infraestructura y después miran desde afuera, como turistas, al sistema que ellos mismos desfinanciaron y contribuyeron a empeorar, y dicen: “Mirá qué mal está”. Es perverso porque son los efectos de sus políticas privatizadoras, neoliberales, de desfinanciamiento y de ajuste, lo que generan esas consecuencias.

Por eso digo que tomemos conciencia de esto y defendamos a la educación pública. Como estamos haciendo no nosotros, sino el sistema educativo de la provincia de Buenos Aires, los gremios, los maestros y las maestras, los y las auxiliares, los trabajadores, las trabajadoras, las familias, los municipios, los barrios. Defendamos porque no sea cosa que después se vengan a quejar o a evaluar desde afuera lo que no quisieron nunca mejorar cuando les tocó.

Quería compartir algunas de estas ideas con ustedes, tendremos oportunidad después de hablar de algunas cuestiones más. Sé que se van a seguir discutiendo. Nuestro ministro, nuestro Ministerio, nuestra Dirección General, está trabajando no solo en lo que hemos hecho en materia de inversión edilicia, en formación, en expiación del sistema educativo, sino que le asignamos muchísima importancia. Le asignamos un interés central a lo que nosotros llamamos la transformación del sistema educativo. Que no es solo reconstruirlo, que no es solo mejorarlo en materia salarial, no es solo, como lo estamos haciendo, distribuir millones de libros o computadoras. No es eso. Es ir al tuétano, es ir al centro, al corazón del sistema educativo para mejorarlo en un sentido muy particular. Yo creo que es tiempo de plantearse una transformación general del sistema educativo de la provincia de Buenos Aires.

Por eso yo quiero agradecerles a todos y a todas porque sé que ha sido democrático y participativo, y a esta altura lo que podemos decir es que hemos cambiado en materia curricular todos los niveles educativos de la provincia de Buenos Aires. Que estamos discutiendo el régimen en todo el sistema educativo bonaerense. Que estamos discutiendo la forma de enseñanza en todo el sistema educativo bonaerense. Que esas transformaciones, costosas pero mucho más profundas, en sus efectos duraderas, no revelan los efectos de manera inmediata, es decir, no responden a esta cuestión en tres días. Es un proceso y, más precisamente, es una construcción.

Así que en el espíritu de la Ley 1420, en el espíritu de la educación pública, gratuita, de la educación obligatoria, común en toda la provincia de Buenos Aires. En ese espíritu, creo que nuestro rol, nuestro papel, nuestra función y nuestra misión es queriendo, defendiendo a la educación pública, para transformarla, mejorar su calidad, hacerla más eficaz, pero sobre todo para que permita tener un país con mayor igualdad de oportunidades, que defienda a su Patria, que defienda sus valores, y, para eso, lo más poderoso que tenemos es nuestro sistema educativo. Es una transformación que hemos invitado, no a que se asuma por afuera, sino a hacerla desde adentro, desde el propio sistema educativo. Así que más que transformación, la llamaría construcción. Estamos construyendo de nuevo el sistema educativo bonaerense.

Muchísimas gracias.