Buenas tardes, antes que nada quiero agradecerle a Dora Barrancos, nuestra presidenta honoraria de la Escuela de Género, Gobierno y Comunidad. Es un excepcional comienzo con una suerte de clase magistral de esta escuela. Tengo para agregar a lo que contaba Estela [Estela Díaz, ministra de Mujeres y Diversidad] algunas ideas que tienen que ver con poner en contexto el lanzamiento de esta escuela.
En primer lugar, ustedes saben que cuando se inició el primer mandato pusimos en marcha el Ministerio de las Mujeres con la idea de, por un lado, poner de relieve y destacar dentro del Gobierno —y dentro de los planes de gobierno— la cuestión en especial. Pero, por otro lado, con la idea mucho más compleja, mucho más osada, que era la de generar en cada uno de los ministerios el ingreso, la absorción, el establecimiento de políticas de género que fueran transversales a cada una de las áreas de gobierno.
Así que, por un lado, estaba el desafío de formar un ministerio y, por otro, el desafío mucho mayor de transformar una estructura de gobierno que tiene elementos claramente masculinizados y patriarcales, pero que tienen que ver con las políticas públicas, con las jerarquías y los organigramas de los ministerios en general.
Ese era el desafío más grande: permear toda la administración de estas políticas y no aislarlas o fortalecerlas en un solo ministerio. Así que, en ese sentido, era un desafío muy grande para el Gobierno de la Provincia, y uno todavía mayor para el conjunto de la provincia de Buenos Aires.
Una de las tareas más importantes que se han llevado adelante en este tiempo, y para sintetizar un poco los cuatro años anteriores de gobierno, en esa coyuntura, en esa situación, fue llevar también a cada uno de los Gobiernos municipales, a cada uno de los 135 municipios, las políticas de género del Gobierno provincial, pero además acompañar e invertir, para que en cada uno de los municipios de la Provincia se formaran áreas específicas adentro de los gabinetes. Es decir que fue una gran tarea de expansión de las políticas, más allá de lo que el Ministerio realiza a través de sus programas.
Tal vez producto de este esfuerzo —y de todo lo que tantas veces nos hemos dedicado a contar— se logró el principal objetivo que era convertir al Ministerio de las Mujeres y Diversidad de la provincia de Buenos Aires en algo indestructible. Un ministerio que estuviera establecido, afincado, asumido, absorbido, y que, por tanto, no estuviera cuestionado. Creo que efectivamente es así, a punto tal que hoy veía un pequeño informe de lo que está ocurriendo a nivel nacional, pero vemos también con preocupación que en las restantes provincias ha habido un repliegue, un retroceso, en lo que respecta a lo institucional, pero también a los presupuestos y a las políticas de género en todo el país.
Es decir que hoy el Ministerio de la provincia de Buenos Aires es el único que existe en la Argentina. Siendo así, tenemos la obligación de federalizar nuestras políticas.
Creo, Estela, que la idea de esta escuela va precisamente en esa dirección. Más allá de los programas que tenemos, más allá de todo lo que hay funcionando, y que vamos a seguir haciendo, era importante ponerle una bocina, un parlante y abrir un espacio para la participación, para la formación, de forma tal que vaya sedimentando el trabajo que se ha hecho también en torno a las políticas públicas. Por eso, me refería al Gobierno provincial, al Ministerio, a los demás ministerios y a cada uno de los 135 municipios, para darle un carácter federal a estas políticas.
Es cierto que lo que ahora pretendemos es abrir todavía más a las organizaciones libres del pueblo, a las organizaciones de la sociedad civil de distinto tipo. Y, como decíamos, también darle un carácter abierto y federal a nuestro Ministerio a través de esta escuela. Es un avance, es otro escalón, es otro paso en lo que venimos haciendo. Nosotros no sólo tenemos que avanzar, sino que tenemos que afianzar y abrir más en estas condiciones.
Dicho esto, hablando de la situación general, creo que no podemos hoy, este 3 de junio, a nueve años de la marcha de Ni Una Menos, dejar de hablar de la cuestión de la Ley Bases. Cuando se empieza a explicar qué es lo que va a afectar esa ley —y aunque algunos digan que no se entiende bien qué tiene que ver con la vida cotidiana o con determinado aspecto—, son muy pocos los aspectos de la vida institucional de la Argentina y de la vida por tanto económica, política, cultural de la Argentina, que no estén en riesgo con la Ley Bases.
Primero, por la enormidad, por el exagerado alcance de las emergencias que le dan a un gobierno, que ya hemos visto lo que hace con las potestades de recorte, de ajuste o de decisión que tiene hoy. Creo que a nadie se le ocurriría ampliárselas. Y esto es lo que hace la Ley Bases, consagra y amplía esas potestades. Hoy vemos que el Parlamento nacional, el Congreso nacional se ha vuelto una caja de resonancia con todas las dificultades que puede haber de discusiones, de sectores, de aspectos de la política actual, que con la Ley Bases y sus delegaciones, prácticamente, dejan al Congreso en un papel totalmente secundario, si es que después de la aprobación de una ley como esta hubiera algún interés de que pase algo ahí.
Yo le veo un enorme peligro a esta ley, pero particularmente a la eliminación de la moratoria previsional. No está del todo claro para algunos sectores, como en tantos otros aspectos de la Ley Bases, pero aprovecho para referirme a este. A veces no es tan claro cómo afecta esta ley de manera directa e individual. No sería este el único problema, que afecte de manera directa e individual, pero claramente, en el caso de la eliminación de la moratoria previsional, marca un antes y un después en materia de expansión de derechos en la Argentina.
Hay que decírselo claramente a las mujeres, porque el 90 por ciento de las mujeres después de la Ley Bases, no va a poder jubilarse a los 60 años. Esto es un retroceso inmenso. Y además de no poder jubilarse a los 60 años, lo va a hacer con un 20 por ciento menos de ingreso. Así que es un ataque frontal y despiadado a las mujeres y por tanto, a la sociedad argentina, evidentemente. Esto le tiene que resultar un verdadero desafío y una verdadera misión, que la sintetizaría de la siguiente manera: voltear la Ley Bases, abajo la Ley Bases.
El lanzamiento de la Escuela nos va a dar un espacio inmenso de trabajo. Hoy está desbordada la convocatoria. A veces cuando se imponen ciertos discursos públicos de manera tan determinante y tan agresiva y violenta, ni siquiera por su repetición sino por la agresión, lo obsesivo del punto de vista, cuando uno sigue la situación social, la situación política, a veces me parece que se vuelve un poco permeable y débil ante estos discursos. Da la impresión de que por la fuerza que tienen se imponen como verdades y están asumidos de manera general.
Observaba el otro día algunas encuestas, donde hacían preguntas básicas sobre algunos elementos ideológicos y del programa político actual como las privatizaciones o las políticas de flexibilización laboral. Elementos que, por haber sido parte del programa de Milei, o por haberse repetido varias veces, hoy se supone que habría una suerte de unanimidad o una especie de cambio de opinión general sobre la educación pública, sobre la universidad, sobre la ciencia y la tecnología, sobre la cultura, sobre la soberanía, sobre el papel del Estado.
Aparecen posiciones que, efectivamente, no son liberales y son posiciones de la ultraderecha internacional que, a fuerza de repetirse y a fuerza de determinado ecosistema mediático, de pronto, nos hace pensar que uno desconoce a la sociedad en la que vive porque cambió radicalmente, y pareciera que hoy todos piensan distinto a cómo pensaban hace unos años. Y cuando uno mira encuestas, pero sobre todo cuando recorre, cuando intercambia, cuando escucha y cuando habla con el pueblo de la provincia de Buenos Aires, se da cuenta de que esas posiciones están lejísimas de la realidad.
O sea, hay un marco general discursivo que ha girado muchísimo, pero no creo sea un reflejo de las conciencias en general y, menos todavía, de las mayorías. Y es un grave problema dejarse llevar por esas influencias o por ese clima, que es pensar que efectivamente hubo una discusión que se saldó de determinada manera, o hubo un cambio súbito de opinión, o hubo, peor todavía, una derrota cultural porque todo esto se instala con tanta fuerza. Porque no es así. Tengo muchas pruebas de eso. Una de ellas es el enorme, el inmenso interés que suscitó esta escuela. Se supone que debería ser algo marginal, lateral y poco importante y, sin embargo, se nos ha cubierto de gente que quiere acceder, que hace consultas.
Me parece que es una buena ocasión para remarcar que no es a través del desánimo, ni bajando los brazos, ni dejándonos llevar por esas olas a veces tan disruptivas y tan fuertes que vamos a poder construir en el mediano y largo plazo, sino todo lo contrario.
Así que no tengo ninguna duda de que nuestra Escuela empieza con un éxito absoluto y de que va a seguir mejorando. No tengo dudas de que se va a desbordar y de que hay más interés. Tampoco tengo dudas de que cuando se instalan ciertos derechos y se consagran, a veces las sociedades parecen olvidar las luchas que los suscitaron y, entonces, no digo que se afloje, pero se naturaliza un poco. En esta situación es al revés: se pone en tensión que la ampliación de los derechos está permanentemente en disputa, que se conquista, pero que, además, para que se sostenga hace falta defenderla en condiciones favorables y en condiciones desfavorables muchísimo más.
Nosotros, desde acá, estamos invitando a otros poderes del Estado provincial, municipal, a las organizaciones, a los clubes, a los sindicatos, a las instituciones educativas y a toda la ciudadanía, a todo el pueblo de la provincia de Buenos Aires, a seguir formándose para tener una Provincia más igualitaria y con justicia social.