Muchísimas gracias a todos y a todas. Gracias a los compañeros de Lavalle por recibirnos. Lo hacemos un poquito tarde por lo que pido disculpas, porque tenemos que ir a Mar del Plata, para el Consejo Provincial de Salud donde hay reunidos más de 10.000 trabajadores y trabajadoras de la salud discutiendo la transformación del sistema de salud de la Provincia de Buenos Aires. Para los que pensaban que había que achicar el Estado porque el mercado iba a solucionar todo, en una importantísima reunión plantamos la bandera de que la salud es un derecho y es para todos y todas.
Hoy inauguramos esta Casa de la Provincia, que efectivamente es un sueño que teníamos, un proyecto que tiene que ver con algo que hoy en día es un tema a nivel nacional. Yo sé que el intendente Nahuel Guardia es de otro espacio político, pero, como el nuestro, también es de una tradición de partido popular, de partido centenario, que hace muchísimo tiempo —más que el nuestro, el peronismo— viene trabajando por un ideal de país, por una construcción de soberanía, de democracia, de respeto a varios valores. Y, entre ellos, uno de los más importantes, que el peronismo y el radicalismo, —las tradiciones políticas más importantes de la Argentina— e incluso la propia fundación de nuestra patria y nuestra propia Constitución Nacional, pusieron de relieve que nuestro país es un país federal.
Esto dicho así parece un anacronismo. Porque uno recuerda en cada punto de nuestra provincia de Buenos Aires, que ella fue epicentro de estas discusiones, de estas disputas, de las batallas que se libraron para discutir si la Argentina iba a ser un país absolutamente concentrado en un punto, que uno lo sitúa geográficamente en lo que hoy es la Capital Federal y el Puerto de Buenos Aires, pero que era también, históricamente, la capital de nuestra provincia de Buenos Aires. Uno pensaba que esa discusión fundante de nuestra Patria, entre una mirada unitaria y una idea de país federal, estaba saldada.
Así como cuando durante los ‘90, que hubo una experiencia de gobierno inscripta dentro del Consenso de Washington, con todo lo que fue la convertibilidad, tan perturbador, tan polémico, pero aún en ese momento se reformó la Constitución Argentina, la que se había retrotraído después de la Revolución Libertadora, que dejó sin efecto nuestra Constitución del ‘49, llevándola a lo que era prácticamente la Constitución fundacional de 1853. Pero en aquel momento, en 1994, en la reforma constitucional se dejaron establecidos nuevos derechos.
En ese sentido, es una Constitución moderna, por su artículo 14 bis, que establece derechos para el trabajador, de un salario digno, derecho a la vivienda, derechos también para los pueblos originarios. Derechos que algunos consideran más modernos y de nuevas generaciones, comparados con los derechos originarios que consagraba nuestra Constitución de 1853.
Digo esto porque hoy está en discusión el federalismo en la Argentina. Así que ustedes van a leer en los diarios que el Gobierno nacional tiene un enfrentamiento con la provincia de Buenos Aires, o con su Gobierno, o con su gobernador, como si fuera una cuestión privativa de una discusión ideológica entre diferentes posturas o posturas teóricas, o económicas. No es eso.
Hoy, a nivel del Gobierno nacional hay una mirada como mínimo centralista y unitaria. Que va contra principios históricos, culturales, pero además escritos en piedra en nuestra Constitución Nacional.Pero no es eso. Es todavía más que una mirada unitaria del país por esta idea libertaria, o anarcocapitalista, ideologías sobre las que uno vuelve porque hay que explicarlas, ya que muchos no las conocían. Por ser economista, una parte ya la conocía porque se trata de la Escuela austríaca, Hayek, Mises, Böhm-Bawerk. Justo es mi especialidad la historia del pensamiento económico. Así que conocía a estos autores del siglo XIX, tan lejanos y con ideas nunca aplicadas en ningún lugar del mundo.
Ya no es unitarios contra federales, ya no es un gobierno nacional que concentra, centraliza y, por tanto, excluye y, al mismo tiempo, limita los horizontes, las actividades, la concepción del país. Es más que eso. Es, como se dice muy livianamente, que el actual presidente quiere un país sin Estado, porque, según él, el Estado no sirve en ninguna de sus formas. ¿Y por qué no sirve? Porque todo, según esa idea, esa teoría, lo puede resolver, y mejor, el mercado, la empresa privada, el fin de lucro, la discusión entre la oferta y la demanda.
Es esta cuestión la que está hoy en discusión en la Argentina cuando se plantea, por ejemplo, fundir a todas las provincias. O que la educación, la salud, la obra pública, tienen que hacerlas las provincias. Que el Gobierno nacional no tiene ninguna obligación. Que porque el Presidente adhiere a principios anarcocapitalistas, o como se llamen, entonces no tiene nada que ver con lo que le pasa a las provincias en terrenos tan importantes y consagrados por nuestra Constitución Nacional, como la salud, la educación, la infraestructura, la vivienda. Milei considera que son problemas de las provincias, por eso dice que se arreglen las provincias.
Por eso considero que es una fase superior del pensamiento unitario y centralista. Ahora parece que el Gobierno nacional no representa unitarios contra federales, provincia contra capital, sino que vendría a ser un gobierno que no tiene población, no tiene territorio. Entonces, los problemas cotidianos y diarios de los 47 millones de argentinos son ajenos al Gobierno nacional, que se tiene que ocupar solamente de variables financieras, macroeconómicas, de la estabilidad, de la deuda, de la timba o de lo que fuera. Y todo lo demás son problemas de otros.
Yo creo que esto va contra la Constitución. No es una discusión que tenemos que dar en el terreno ideológico. ¿Estamos de acuerdo o no estamos de acuerdo? ¿Está bueno lo que piensa el presidente, qué lindo, qué original o qué feo y no me gusta? No, es peor. Un presidente de la Nación, votado por el pueblo, que no se ocupa de la salud, de la educación, de la obra pública, de la producción, del trabajo, de los derechos laborales, de la vivienda, está incumpliendo la Constitución Nacional, aquello por lo que juró, está incumpliendo sus deberes de funcionario público, aquello para lo que fue elegido. No es optativo. No es ideológico. No es una cuestión de qué creo y qué no creo. Sos presidente, cumplí la Constitución, hay derechos que consagran la Constitución. No son problemas de otro o de nadie. Son problemas del Gobierno nacional.
Nosotros asumimos a fines del 2019 el Gobierno de la provincia. Y propusimos e invitamos a los intendentes y las intendentas de todos los partidos políticos a que en la provincia de Buenos Aires hubiera algunos puntos y proyectos en común. Uno de ellos, tiene que ver exactamente con lo que comentaba recién que ocurre con Milei. Es lo contrario. Nosotros proponíamos trabajar para discutir, elaborar, redefinir y actualizar la identidad de la provincia de Buenos Aires. Decíamos que nuestra provincia de Buenos Aires es tan grande, es tan diversa.
A veces se la mira desde el punto de vista de los paisajes, porque tenemos sierras, lagunas, lagos, ríos, Delta, mar, toda esa diversidad en paisajes. Pero tenemos una cultura, diferentes expresiones que tienen que ver con cuestiones también locales pero también con formas productivas, que ya no es el paisaje sino de qué vivimos, de qué trabajamos, qué producimos, qué hacemos. Tenemos industria, servicios, minería, refinería, industria de petróleo, energía, producción agropecuaria, cultivos, ganado, tenemos todo. Tenemos muchísima riqueza en la provincia de Buenos Aires. Pero esa diversidad, también, a veces no permitió establecer una identidad común de manera suficientemente útil para la cohesión de nuestra provincia.
Eso se expresa de muchas maneras. Una que a mí siempre me pareció muy expresiva, sintomática, no es el problema sino cómo se representa, Cuando a uno le preguntan de dónde es, si es entrerriano, aunque haya nacido en una ciudad o en otra de Entre Ríos, dice que es entrerriano. Después aclara que es de tal pueblo de Entre Ríos. Lo mismo pasa con casi todas las provincias argentinas, incluso con provincias que tienen mucha extensión o que tienen también mucha diversidad. El llamado interior, en general, funciona así. En cambio, cuando sos bonaerense, cuesta decir “soy bonaerense”. Aparece “soy de Tandil”, “soy de Lavalle”, “soy marplatense”’, “‘soy de Gesell”. Eso puede tener muchos motivos pero creo que denuncia que falta dejar más en claro y fortalecer una identidad común, una causa común. Eso con respecto a la identidad.
Después, existe un factor que forma parte de la cuestión de la definición de la identidad, que es la integración de la Provincia. Este tamaño y esta diversidad a veces impiden encontrar qué nos une, eso que después exprese la identidad e integre la provincia de Buenos Aires. Y los problemas de integración tienen que ver con estas antinomias, llanura o mar, sierra o río. Discusiones: conurbano o interior, industria o campo. Parece que la provincia estuviera fragmentada y dividida por cuestiones esenciales. Y yo creo que no, que hay que hacer un esfuerzo y tener un proyecto de integración.
Ahora, ¿por qué la Casa de la Provincia de Buenos Aires? ¿Para qué? Y no esta, que es la sexta, sino las 70 casas que estamos construyendo a lo largo y a lo ancho de toda la provincia. ¿Por qué? Porque es una búsqueda de una identidad común. Por supuesto que no lo resuelve, no por todos tener un edificio parecido vamos a decir “ahora formamos parte de lo mismo”, o se van a sentir de esa manera. Pero, bueno, es la presencia también de un gobierno provincial. Un gobierno que, también, reproducía el problema de centro-periferia, que para algunos queda muy lejos. Entonces, “yo vivo lejos, no sólo de la Capital Federal, sino además de la capital de mi provincia, que es La Plata”. La propia identidad de la capital de la Provincia, la ciudad de La Plata, es la que está también en disputa. Nosotros tenemos una red caminera, de rutas, que tiene centro en una ciudad que no es la capital de nuestra provincia, sino en una que lo fue. Entonces está como descentrada de alguna manera.
Y todo esto no es un proceso natural, ni geográfico, ni geológico, sino que es un proceso histórico, cultural y político. Entonces, para ir en camino a una integración apuntamos a que haya una claridad, una convicción, que esta identidad se refleje en algo que podríamos llamar “el orgullo de ser bonaerense”. Eso es lo que estamos buscando. El orgullo de una provincia que es el motor productivo del país, que es la más grande, la más numerosa en población, la que tiene la mayor parte de la producción, el valor agregado, la que tiene una potencialidad enorme.
Ese trabajo es permanente, cotidiano y diario. ¿Cómo se expresa? En el marco de lo que mencionábamos al principio. Había que hacer en la provincia de Buenos Aires un gobierno con profunda vocación federal. En la provincia de Buenos Aires también hay que ejercer el federalismo, empieza por casa. Si le vamos a reclamar al Gobierno nacional que tenga en cuenta el protagonismo de las provincias argentinas, en la provincia de Buenos Aires tenemos que tener a los 135 distritos en pie de igualdad. Y esto implica, puesto de otra manera, que no puede haber bonaerenses de primera y bonaerenses segunda. Que vivir más cerca de la capital provincial o vivir en una zona mejor conectada y comunicada, no dé un privilegio y una diferencia con respecto a los demás, porque si no terminan generando después estas divisiones. Porque se potencian, se multiplican y se profundizan.
Me pareció que una forma bastante elocuente de llevar adelante este proyecto y estos principios, era que los y las bonaerenses que viven en el interior de nuestra Provincia, a veces distantes de la capital provincial, no estén sometidos a tener un Estado lejano. Que el Estado de la Provincia de Buenos Aires, que su Gobierno sea cercano, protagonista, les abra los brazos, no los deje afuera, los contenga, comprenda y escuche.
¿Cómo hacerlo? Reunir a todas las dependencias del Gobierno de la provincia que estaban dispersas, en mala situación, a veces en precariedad para los trabajadores y las trabajadoras, pero también para el que iba a hacer un trámite, su Registro Provincial de las Personas, la oficina del IOMA, la oficina de Trabajo, la del ARBA, todo separado, todo alquilado, un sucucho allá, otro sucucho allá. Ineficiente, caro e indigno.
La respuesta fue esta. Las Casas de la Provincia de Buenos Aires son parte del federalismo que estamos promoviendo, son parte de acercar nuestro gobierno provincial a cada uno de los y las bonaerenses. Son parte de tener una presencia de la Provincia en todos lados, en todos los rincones. Para que aquel que nace lejos, tenga el gobierno cerca. Al Gobierno provincial, que lo sienta propio. Y, al mismo tiempo, esto no es lo único, también es obra pública. Así que tiene que ver, además, con llevar centros universitarios del Programa Puente a los distritos. Para que la formación universitaria no sea un privilegio de aquellos que tienen muchos recursos y viven lejos o que directamente viven cerca y pueden aprovecharlos, sino que la universidad como un derecho, una universidad pública, gratuita, crítica, que se le acerque a cada uno de los y las bonaerenses.
Eso también es federalismo, pero sobre todo es justicia social. Nuestro pueblo salió a defender la universidad pública. Nosotros, para defenderla, tenemos que acercarla y llevársela a cada uno de los y las bonaerenses, para que el nivel inicial, el primario, el secundario y la universidad sean un derecho que genere igualdad en nuestra Provincia.
Así que son muchas tareas, pero a mí me parece que, en momentos donde se desprecia y se para la obra pública, se desprecia y se ataca el federalismo, en donde desde las más altas autoridades del país se dice que el Estado es una asociación criminal, o barbaridades por el estilo, la respuesta nuestra es una sola, es única: seguir trabajando para que en toda la provincia de Buenos Aires los derechos estén garantizados.
Así que muchísimas gracias a todos y a todas. Se merecen un lugar donde puedan hacer sus casamientos, las inscripciones, los trámites, que posea —como decía Cristina— calidad, también belleza, y ¿por qué no? dignidad. Que no tenga nada que envidiarle a ningún edificio público, ni de nuestro país, ni de nuestro continente.
Muchísimas gracias.