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CIUDAD UNIVERSITARIA

Palabras del Gobernador Kicillof en el debate "Argentina primera potencia mundial en 1900: ¿mito o realidad?”

Lunes 18 de Marzo 2024

Voy a ser breve, en primer lugar, porque esto es fuera de programa. Simplemente agradecer. Agradecerle a Guillermo "Willy" Durán [decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA], a Valeria Manzano [historiadora], a la facultad, a la UBA. Agradecerle, obviamente, a Laura Goldberg [secretaria de Hacienda de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y moderadora del debate], a todo el panel, la verdad que tomé nota, suelo hacerlo, pero me llevo varias cosas que las van a escuchar más adelante.

Quiero hacer unos breves comentarios generales. Lo que en el título de la charla figura como un disparador yo, obviamente, no lo miro desde una perspectiva académica, histórica y económica, sino desde una perspectiva, si me permiten, medio coyuntural, pero estrictamente política.

Creo que cuando comenzó todo este derrotero de Milei, que es bastante reciente, obviamente, a mí me produjo alguna inquietud porque es un economista, porque viene a discutir con teorías económicas a las que yo adhiero, además, o por lo menos las que estudié en mi tesis de doctorado: sobre Keynes, sobre su teoría general que es una de las obras, una suerte de anticristo para este personaje.

Me llamó la atención aún antes de ser candidato o de volcarse a la política. Y venía escuchando estas ideas. Y la verdad que, obviamente, bastante fascinado por el interés que concitaban, en determinada coyuntura histórica, ideas tan precarias y primitivas, que si bien tienen alguna aplicación de sentido común como suele ser toda la teoría ortodoxa, mainstream, que facilita estas ideas de “toda la inflación es monetaria” o “la Argentina tiene que dedicarse a aquello en lo que tiene…”, bueno, dice la teoría económica, mayor abundancia, en su factor abundante, que es la tierra o las materias primas.

Entonces, por qué se va a dedicar a algo que no tiene, el capital. Hay teoría económica que explica estas cosas y que se insertan en el sentido común. Y hay una larga tradición teórica e histórica, y económica, que adhiere, de alguna manera, a esta idea de que la Argentina tiene que ser un país primario agroexportador, que vale la pena prestarle atención en manos de algunos teóricos, algunos científicos, algunos historiadores, algunos economistas mucho más profundos, sofisticados y, llamémoslos, serios. A mí me llamaba la atención que estas ideas estuvieran en un stand up, o estuvieran en una obra de teatro y funcionaran como una especie de polo de atracción intelectual, o por lo menos social, o artística, basada en teoría económica de este tipo. Así que sí, debo decir que me llamó la atención.

Después, cuando Milei se convirtió en un factor político en la Argentina, yo pensé, permítanme esta herejía, en mis adentros que era un avance para la derecha vernácula. ¿Por qué? Porque veníamos de la experiencia de Macri, que tenía dos características en sus discursos, en su exposición, en su Gobierno, en su propuesta política, que eran: uno, negación absoluta de la historia. El proyecto de Macri vino a poner animalitos en los billetes, porque no había ningún patriota, por una pretensión, capaz, refundacional, o por una cuestión posmoderna, o por una cuestión, digamos, finisecular, que en realidad es de comienzos de siglo. Bueno, acá no existió nada, aparece, ahora, esto. Y no generaba vínculo, no generaba diálogo con ninguna experiencia histórica argentina, ni patriotas, ni etapas.

En ese sentido, que hubiera una alusión a algún periodo histórico, me parecía un avance. Porque podemos discutir algo, no me acuerdo de los animalitos que había puesto, pero, qué sé yo qué pienso de ese animalito, precioso, autóctono argentino. No sé, no puedo discutir con eso. Ahora, si ponen a Alberdi, o ponen a Roca ahí hay una discusión para dar, me parece. A nivel proyecto, a nivel proyección, a nivel posicionamiento, a nivel económico, histórico, político y social. Es interesante que aparezca. Así que la herejía es esa, me pareció un avance para la derecha argentina. Y me pareció, también, un avance que hubiera una suerte de intento de legitimación en cuestiones científicas, teóricas, porque el macrismo no lo tenía.

El macrismo no abrevaba de ninguna teoría económica. Tenía algún personaje con alguna trayectoría académica, como Sturzenegger, pero en general, ni Toto Caputo, ni el propio Macri, ni sus voceros, nadie aludía a ninguna raigambre teórica. Entonces, ahora viene una derecha que suscribe a determinada escuela de pensamiento y, además, reivindica determinada época, etapa histórica, proceso histórico. Interesante para discutir. Para discutir en la actualidad, para discutir para atrás, para discutir para adelante, un proyecto de país, qué país queremos. Bueno, hoy pudimos dar una discusión interesante, ¿queremos volver? ¿Fue una etapa, una edad de oro de la Argentina? ¿Es nuestro paraíso perdido el modelo agroexportador?

Hay otras discusiones que se pueden dar. El problema del agroexportador no es que nosotros lo abandonamos, sino que se las tomó el agroexportador. ¿Por qué? Porque ya en toda la etapa que Hobsbawm llamaría “la era de las catástrofes”: Primera Guerra Mundial, Crisis de 1930, Segunda Guerra Mundial, cierre de los mercados internacionales, tu agroexportación la tenés que guardar en algún lado. Porque no podes exportarle a nadie, porque estaba la guerra de los submarinos ya en la Primera Guerra Mundial, y a los barcos argentinos que iban con exportaciones a Gran Bretaña los hundían cuando llegaban a las islas británicas. No se podía más agroexportar nada. Entonces hubo un primer surgimiento, que acá se reseñó varias veces, de una industrialización que llamo silvestre, porque era una industrialización fuertemente dirigida por el Estado, de ahí son la Junta Nacional de Granos, todas las bestias malditas del peronismo son de la etapa conservadora anterior para sostener a una sociedad que se encontraba en una etapa turbulenta, realmente bajo ataque.

Y después en la Segunda Guerra Mundial volvimos a lo agroexportador. El plan Marshall eran grandes sumas de recursos y de créditos para la reconstrucción europea a condición de que Europa le comprara sus productos primarios sólo a los Estados Unidos. O sea, que eran esos créditos extraños pero no tanto, donde te prestan para comprarle a ellos, que no sabés a quién le están prestando, ¿se entiende? Así que durante la época del Plan Marshall, por más que en la Argentina tuvimos nuestra experiencia de industrialización consciente, planificada, más importante, era una etapa económica mundial.

Después viene todo lo demás que ya conocemos. En primer lugar que es todo mentira, una fake news, dijo alguien, un mito falso, no sólo mitológico, sino absolutamente falso, demostradamente falso. No fuimos primera potencia mundial, ni ser primero en un ranking de PBI per cápita te convertiría en una potencia mundial, o sea, los dos problemas: si fueras primero en el ranking, no serías la primera potencia, claramente, pero además no eras el primero en el ranking. O sea, que es una doble mentira. Básicamente, es un verso absoluto lo que se dice como fundamento de qué tiene que hacer todo un país. Se basa en un verso de algo que no ocurrió nunca. Y que de haber ocurrido, o habiendo ocurrido algo que tiene algunos elementos, fue una época por la incorporación de la Argentina, por la unificación nacional, por todas cosas que hoy se intentan disolver.

Pero en base a toda esa situación, hay una inserción de la Argentina en la economía mundial que, dadas las capacidades, o mejor dicho, la competitividad de la economía argentina, o su relativa productividad, estaba muy facilitada por una situación histórica única e irreproducible, sin la cual eso no podría haberse dado. Tenía que ver con la disolución del Imperio Británico, tenía que ver con la derrota de España a nivel internacional, tenía que ver con una nueva configuración mundial. Eso se termina cuando los Estados Unidos, una potencia, un imperio, que tiene, para colmo, una estructura productiva y un perfil productivo muy parecido a la Argentina, se convierte en potencia hegemónica, y ya en el Plan Marshall se ve que es en competencia, no en complementariedad, con nuestro modelo agroexportador.

O sea, eso no existió nunca, pero seguro no existe más, no se puede repetir; es un callejón sin salida pensar que nuestro modelo a buscar es ese. Lo que no quiere decir que no haya poderosos y fuertes intereses que puedan intentar o proponer que la Argentina solamente se dedique a la exportación de materia prima. No quiere decir que eso no pueda ocurrir, pero no es un buen proyecto para el país, no es un buen proyecto para la mayoría, no te convierte en potencia mundial por varios elementos que se dijeron acá, uno de ellos muy claro, además, es la insostenibilidad y la fragilidad de un país cuya inserción productiva, únicamente, remite y depende de condiciones externas, exógenas, del mercado internacional y que son cambiantes. Porque todos esos electrocardiogramas, muchas veces, tienen poco que ver con el diseño del proyecto productivo argentino, si es que lo había, sino con condiciones externas que se te imponen como cuando se te cae una casa en la cabeza.

Entonces, me parece que una de las cuestiones por la que estoy acá, es que creo que es bastante serio discutir esto, tanto a nivel histórico como paraíso perdido, como meta, además, como una época de oro que no lo fue, pero que ahora se convierte en una zanahoria a la que aspiramos, pero que implica la destrucción de la industria, la desindustrialización deliberada de la Argentina. Desde el punto de vista de algunas teorías económicas, incluso bastante más serias que las que maneja Milei, un país como la Argentina no debe dedicarse a tener una capacidad industrial. Por varios motivos, no debe dedicarse a eso. No lo voy a desarrollar acá, pero hay muchos modelos económicos que se enseñan como ortodoxia y como sentido común, casi, en la Facultad de Ciencias Económicas que, si uno los lee, llega a la conclusión de que la Argentina no tiene que tener industria, al costo de que, si intenta tenerla, va a fracasar, y además es un despilfarro, necesariamente.

Creo que subyace un poco en el pensamiento de Milei, pero no llega a formularlo con claridad por el segundo factor. No sólo el polo de atracción histórica que presenta no existe, no puede repetirse y no nos gusta y no nos sirve, sino además que la teoría económica con la que fundamenta sus ideas o, incluso, pavimenta el camino para llegar ahí, también, es parecida al bluf de esta etapa histórica. Es una teoría económica, la Escuela Austríaca. Yo tengo cosas escritas sobre esa escuela, da la casualidad de que mi cátedra era de Historia del Pensamiento Económico, universal también, así que tengo leídos a los autores a los que remite Milei: Mises, Bawerk, por supuesto Hayek, incluso a los monetaristas posteriores. Este Rothbard no, porque es de los 60, es un autor de la época del macartismo, por eso, tal vez, la obsesión inmensa por una lectura dogmática y reproductiva de esos textos, con que todos son comunistas, ¿no? Es como que se embebió de estos autores del macartismo y ahora anda persiguiendo “rojos”. Y fue a los Estados Unidos, a Davos, a acusar a todos los gobiernos del mundo, a los demócratas, a todos, de ser comunistas, colectivistas.

Claro, algo falla, entonces eso es lo peor. Nos quieren llevar hacia un lugar que no existe y es malo, con un vehículo que no funciona y nunca existió tampoco, porque esta Escuela Austríaca es una escuela absolutamente marginal, no es el monetarismo de Milton Friedman, está a la derecha de Milton Friedman, para decirlo de una forma sencilla. Estas ideas anarcocapitalistas que lo llevan al presidente actual a hablar de que ganó la presidencia, o sea es el jefe del Estado argentino para destruirlo, para disolverlo. Creo que estamos en una situación donde hay un bombardeo permanente en redes, se confunde todo, pero son cosas de mucha gravedad, como las que hoy discutía a la mañana: que la máxima autoridad de un país llame a no cumplir las leyes de una provincia.

No es común, no es habitual. Quiero decir: no existe. Es un conjunto vacío un presidente que pide que no se cumplan leyes, excepto en contexto de guerra civil o en contexto muy extremo que, presupongo, quitando este caso, que no estamos o que no propendemos a eso. La verdad es que me parecía fundamental —y por eso celebro este encuentro—, no sólo interesante e importante, sino fundamental discutir de cara a la sociedad con algo de seriedad, con información, con datos, que ese lugar a donde nos quiere llevar Milei no existe. Primera potencia mundial en base a exportar materia prima por parte de una élite, o de una oligarquía muy reducida, bueno, esas condiciones no existen, esa situación no existe.

Además, es claramente irreproducible, aún en la forma acotada y distinta en la que realmente existió, dependió de hechos mundiales que ya no existen más, como la irrupción de China, nuestros vínculos de Estado a Estado con China, que es nuestro principal importador de todo lo que quiere vender Milei pero se pelea sistemáticamente. O sea, que parece estar saboteando el propio modelo que propone porque si fuéramos un país agroexportador de soja o de carne, los que nos quieren comprar son quienes, para él, no hay que tener ningún tipo de vínculo y, además, es justo de los pocos países que se dicen comunistas. Entonces ¿qué embarazoso, no? ¿Qué incómodo que te pase esto? Querés entrar a un modelo donde necesitás relaciones carnales con aquellos que denostás, odiás, y bueno, todo el tiempo tenés el tropezón de estar insultando, agraviando u ofendiendo a quien necesitás que sea tu socio. Estas cosas están pasando hoy.

¿Cómo responderle? Y, me parece que con respeto primero, no con agresión, no con violencia, no a los gritos, no en Twitter o Tik Tok, sino tratar de responder con más seriedad, con más fundamento, lo que no quita que se pueda. Parte de lo que se ha dicho hoy y más, se puede reflexionar sobre esto, se puede convertir a otros formatos, o se puede utilizar para rebatir ideas muy precarias y primitivas. Creo que vale la pena porque no estamos hablando, como me ha tocado a mí discutir con economistas que pensaban que el modelo agroexportador era buena opción, muchos de ellos por antiperonistas. Entonces, simplemente por un sesgo antiperonista, les parecía que la industria era inviable, cuando para mí, la industria no es inviable, sino que necesita un Estado que planifique, y el Estado que planifique en la Argentina tiene que ver con el peronismo. Entonces, matemos a la industria y matamos al peronismo, algo parecido a esto, un razonamiento además de quid pro quo. Y un razonamiento, también, bastante inconducente, pero bueno, existente para mí, son lo que yo atribuyo como fundamentos a estas ideas.

De todas maneras, sí se puede discutir qué perfil productivo tiene que tener el país, eso es importantísimo, lo que es claro es que esta idea de Milei no. Hay que pensar claramente otra cosa, lo que no quiere decir que las otras propuestas alternativas, hoy nos hemos dedicado a la crítica de alguna manera, la parte propositiva, por supuesto, que es compleja. Es complejo encontrar acuerdos, Cristina varias veces habla de encontrar acuerdos sobre algunas cuestiones que cuesta, cuesta con ideas a veces diametralmente opuestas sobre la interpretación histórica, sobre la cuestión política, sobre la geopolítica, sobre la inserción internacional, sobre varias cosas más.

Y sobre el modelo de país, si inclusivo o no inclusivo, si la desigualdad, algunos piensan que sirve, nos decía Milei, yo creo que es de los pocos economistas en el planeta que defienden el monopolio, de los poquísimos. Hay alguna escuela schumpeteriana, pero defender el monopolio por esos motivos, y además que dijo, creo que lo dijo en Davos, donde le decía a todos los países del mundo, o a los presentes, que nosotros éramos la primera potencia mundial. Yo creo que fue un papelón difícil de igualar. Así y todo, se consideró un gran éxito dentro de las filas liberal-libertarias. Pero no siempre hablar y vociferar quiere decir que uno genera un tipo de llegada y de inserción, o de influencia.

Bueno, dicho esto, repito, este debate me parece importantísimo, tiene que ser en la universidad y esto es con lo que quiero cerrar. Si bien esta es la Facultad de Ciencias Exactas, voy a hacer una especie de defensa de las humanidades, si me permiten, muy somera porque sino hablaría un buen rato. Pero es importante, porque dentro del ataque general a la universidad, a la ciencia, al Conicet, hay un capítulo específico contra las humanidades. Como que bueno, si vas a estudiar una aplicación de alguna de las ciencias naturales, a algún uso que pueda convertirse, incluso, en alguna innovación, o en alguna capacidad nueva, o en lo que fuera, bueno, eso está bien, o estaría bien, podría ser que el Estado se meta un poco, pero en las humanidades cero. Bueno, ¿quién va a escribir nuestra historia? ¿Una ONG yanqui, o autodidactas? ¿Quién va a comprender o difundir, analizar nuestra literatura?

Bueno, todo esto sobre lo que se monta, incluso, el discurso de Milei está fundado en ciencias sociales y humanidades.Me parece que es hasta poca compresión y poca conciencia acerca de qué se trata incluso su propio discurso. Pero creo que hay un ataque sesgado y específico hacia las humanidades, que tiene mucho que ver con la cuestión del desarrollo. Creo que es más fácil medir patentes, etcétera, pero me parece que además la Argentina con la historia que tiene, con la cuestión Borges, también profe de la UBA y tantos más, y planero de la Biblioteca Nacional, presidente de la Biblioteca Nacional, director de la Biblioteca Nacional. O sea, empleado público. Y todo lo que sabemos sobre el cine. Pero bueno, creo que, y acá en el corazón, tal vez, de las exactas, hay que hacer extensivo también y no dejarse capturar por este discurso que hay ciencias útiles y ciencias inútiles.

Y que hay facultades, universidades, no digo porque alguien de acá lo piense, sé que es todo lo contrario, pero creo que hay una trampa, también, en decir “Bueno, esto dejémoslo, está bien. Si hay un ingeniero que hace no sé qué, puede ser, si hay un químico que hace un remedio puede ser, pero un historiador, un sociólogo, todo eso vendría a ser algo prescindible completamente” cuando es clave para comprender quiénes somos y para construir también una identidad, un proyecto de país, una cultura nacional. Entonces esto se nos presenta como una oportunidad de dar estas discusiones, las habilita incluso la máxima autoridad, creo que hay que darlas y son fáciles. Porque, la verdad, es tan descabellado pensar esto, y sostener esto, que tenemos oportunidad, me parece, ante un público mucho más amplio de explicarle que no, que nosotros no tenemos que volver a 1896. Que la Argentina tendrá millones de problemas, pero volver a 1896 no soluciona ninguno de esos problemas, sino que crea montones de problemas que hoy no tenemos, o que tenemos moderados.

Muchas gracias.