Muchísimas gracias en primer lugar por la invitación, por tener estos prestigiosos e importantes acompañantes.
Para dar una nota personal, en mi familia el CIDE [Centro de Investigaciones y Docencia Económica] siempre fue nombrado y tiene que ver con la historia del exilio, de la salida de mi tío materno de la Argentina, en el golpe de Estado del 76, que se vino a radicar a México, o sea, que forma parte de ese grupo, por nosotros denominado “argenmex”. Vivió en México mucho tiempo, tuvo a mis primos que hoy viven en Estados Unidos, luego se fue a hacer una experiencia en las Naciones Unidas. Así que esto, modestamente, también es un homenaje a esa trayectoria de mi tío.
Yo heredé algunos de los libros que decían CIDE, y recién consultaba y, efectivamente, tienen que ver con la institución. No sabía que había fundado un área que todavía sigue vigente, así que espero entonces honrar esa presencia familiar acá en el CIDE.
Paso al desarrollo con una acotación, que es que estamos todos, ustedes, los mexicanos que hoy nos acompañan, pero también los argentinos y los de diversas nacionalidades que pudimos concurrir en el día de ayer a lo que fue la toma de mando de la presidenta Claudia [Sheinbaum].
La verdad es que estamos muy conmovidos, muy admirados. Luego pude acompañar, también, su acto y su discurso en el Zócalo. Lo hice con algunos amigos españoles, otros mexicanos, pero lo hicimos ahí en la plaza, que es algo que hoy por el papel que desempeño en la Argentina, donde también tenemos una enorme tradición de manifestaciones, de actos, de discursos populares, con mucha afluencia de gente, no puedo hacerlo. Es histórica nuestra Plaza de Mayo. Desde la época del general Perón, pero lo sigue siendo y la verdad es que pude disfrutar el discurso de una manera que en Argentina me costaría más por el papel que hoy cumplo.
Mis felicitaciones y mi admiración al pueblo mexicano por el proceso que están llevando adelante, por la continuación con cambio, como llaman a esta sucesión desde que termina el gobierno de Andrés Manuel [López Obrador] y, por supuesto, aunque no voy a hablar estrictamente de eso, voy a hacer alguna referencia en la clase magistral, clase pública, clase abierta. En realidad es una charla y una pequeña conferencia sobre el tema que se me propuso, pero voy a hacer alguna referencia a lo que está ocurriendo en México y a lo que está ocurriendo en la Argentina. No es estrictamente sobre eso y yendo al tema, vamos a hablar de perspectivas económicas posneoliberales en América Latina.
Es un tema muchísimo más extenso, del que voy a hacer un recorte y también lo voy a hacer en un lenguaje amplio porque en Argentina algunos iban a estar atentos a esta conferencia, entonces no lo voy a hacer desde una perspectiva o desde una mirada o en un lenguaje académico. No voy a citar referencias ni a dar discusiones académicas, simplemente voy a esbozar algunas ideas y algunas hipótesis sobre este tema tan amplio del posneoliberalismo en América Latina y cuáles son las perspectivas económicas.
Emocionado por lo que ocurrió ayer, creo que como todo el pueblo mexicano, y con una mirada muy atenta desde Latinoamérica, en el caso particular de un argentino, no de un gobernador, de un argentino observando lo que ocurre en México con un poco de añoranza, no quiero decir envidia, pero la verdad es que lo que está pasando en la Argentina —para caracterizarlo con simpleza— va desde lo bizarro a lo trágico. Ayer tuve una reunión con el presidente Lula quien también vino a la asunción, y estábamos hablando precisamente de eso: hubo durante el comienzo de los 2000 una confluencia de buena parte de América Latina con experiencias antineoliberales porque después nombrarlas por lo positivo, ponerles etiquetas tiene una dificultad terminológica, algunos las han llamado gobiernos de izquierda, otros gobiernos progresistas, otros gobiernos latinoamericanistas.
Le han puesto diversos nombres a esa experiencia que de manera conjunta, confluyente además, ocurrió en países tan diferentes por su idiosincrasia y su historia como es Brasil y la Argentina, pero como también es Uruguay, Ecuador, Venezuela. Es decir, de manera simultánea en buena parte de América Latina hubo gobiernos que con nombres diferentes y desde tradiciones distintas llevaron adelante políticas —llamémoslas— de corte popular. Y que, además, tuvo la particularidad de que no se trató de procesos aislados, sino que ocurrió simultáneamente y tuvo, o se protagonizó, una suerte de encuentro y confluencia que no se daba hace muchísimo tiempo en América Latina.
Nosotros, quienes provenimos de una tradición popular, siempre hablamos de la unidad latinoamericana. Yo empecé a hacer política a los 13 años y fue sobre el final de la dictadura militar, en el comienzo de los 80, que ya hablábamos de la unidad latinoamericana como una cuestión, como un objetivo. Y, sin embargo, durante los 90 y lo que fue en nuestros países, en buena parte de los países, en casi todos, una experiencia neoliberal, pensábamos que esto era una cosa del pasado. Y luego, a partir de los 2000 hubo una confluencia, una afinidad y, además, un trabajo de integración regional.
Creo que trunco e inconcluso, así que empiezo por algo que va a ser producto del desarrollo que voy a hacer, y es que esa integración latinoamericana inconclusa fue uno de los factores que llevó a que algunas de esas experiencias tengan, o hayan pasado, por fuertes dificultades. Se intentó un proceso de integración que quedó a medio camino, y entonces una de las hipótesis, una de las ideas que vengo a plantear es que algo que le faltó a ese intento de integración latinoamericana fue México.
México tenía esta cualidad de contraste, por lo menos con nuestro país, que tuvo sus momentos positivos. Mientras en la Argentina había una dictadura en México no la había y había un gobierno que fue muy solidario con los argentinos que tuvieron que escapar de esa dictadura militar y que es una política, me parece, que atraviesa a toda la historia de México. Pero en términos de materia de políticas nacionales, muchas veces estuvo a contramano lo que ocurrió en la Argentina o en el Cono Sur de lo que pasaba en México.
Así que hoy hay una oportunidad muy grande. Lo hablábamos en el día de ayer con Lula, que en Brasil y México haya gobiernos con una mirada afín de la política internacional, de las políticas nacionales y de la cuestión continental, creo que es una enorme oportunidad. Y por eso hablaba de la tristeza o de la envidia, porque en la Argentina miramos esto como dice el tango: “con la ñata contra el vidrio”. Nos toca estar experimentando un gobierno, como mínimo, extraño. Que ni siquiera es claro en cuanto a la orientación, parece estar mirando siempre a un Occidente anacrónico, inexistente, fuera de época. Es un gobierno que, además de equivocado, es anacrónico y está fuera de época.
Nosotros tuvimos gobiernos pronorteamericanos durante la década del 90, en un momento donde el papel que desempeñaba Estados Unidos en el concierto internacional era de hegemonía, o de principal potencia mundial que ordenaba, después de la caída del Muro, todo el orden mundial. Un protagonismo mundial que hoy Norteamérica no tiene. Después uno puede pasar a las caracterizaciones más finitas y más concretas, pero hoy, claramente, la dominancia y la hegemonía norteamericana está en discusión y en disputa. Y además está atravesando un enorme fracaso histórico, es mi apreciación personal.
Las promesas de que siguiendo el modelo norteamericano, de capitalismo norteamericano, todos los países iban a alcanzar el mismo nivel de desarrollo, que se conoció en algún momento como Teoría de la Convergencia, que bastaba con aplicar una batería de políticas que surgían desde los centros de pensamiento norteamericanos en los países emergentes o en vías de desarrollo para alcanzar, incluso a un ritmo y a una velocidad mayor, los estadios de prosperidad, o por lo menos de bienestar económico agregado, para no ir a las cuestiones internas o distributivas, pero para alcanzar esos niveles de crecimiento o de desarrollo, más bien, alcanzar esa meta, bastaba con aplicar un recetario que se conoció en su momento como el Consenso de Washington.
Lo patético, por eso es acertado el título, es que las políticas posneoliberales en Latinoamérica surgen, no de un debate, de una discusión y de una compulsa de proyectos o de ideas, sino del fracaso y el quebranto del modelo del Consenso de Washington en muchos países latinoamericanos. Entonces vuelvo a lo argentino y a la aplicación hoy del Consenso de Washington, podemos después discutir si es equivocado o no. O sea, unas políticas de privatización, de apertura indiscriminada de la economía, de primarización, políticas de desindustrialización, de precarización laboral, de inserción unilateral en materia de relaciones internacionales. La Argentina tuvo una época donde se planteaban relaciones carnales con Estados Unidos, pero era en la época donde ese modelo, por lo menos, prometía determinado resultado que luego la historia mostró que no daba, que no arrojaba.
Hoy tenemos un gobierno, calamitosamente anacrónico en materia de inserción internacional, como diseñado para un mundo que ya no existe aún en sus propios términos, si es que hay alguna posibilidad de discusión, que tengo que confesar que no la hay. Porque es bien dogmático y bien miope. Esta es la cuestión. Por eso es acertado hablar de experiencias posneoliberales, que fueron todos esos gobiernos que confluyeron en aquel momento, gobiernos posneoliberales, después progresistas, de izquierda, algunos decían, creo que Correa lo llamaba socialismo. Bueno, varias acepciones sobre esto. En nuestro caso, lo llamábamos y lo seguimos llamando peronismo.
Pero más allá de las etiquetas y los nombres, fueron experiencias confluentes. Por eso, para terminar este fragmento, mirar desde la Argentina de Milei lo que está ocurriendo en México y que resuena y está en consonancia con varios gobiernos latinoamericanos, como mínimo, nos genera una situación de tristeza, y por qué no, de añoranza, de ver qué ocurrió que no podemos formar parte de lo que podría presentarse como un nuevo ciclo de integración latinoamericana. Hoy con México como un protagonista no menor, sino siendo la segunda economía de Latinoamérica, pero además con una importancia histórica y cultural innegable.
Estos son los sentimientos que enmarcan esta intervención, ahora vamos al contenido.
Se me preguntó qué pienso, qué perspectivas tiene el posneoliberalismo en América Latina. Y, sin ponerme a discutir tampoco esta terminología —que podría ser objeto de varios comentarios, varias notas y varias discusiones—, quiero empezar por hablar de algo más general y es qué está ocurriendo hoy a nivel planetario. Por supuesto, también de qué pasa con el mundo y qué pasa con el capitalismo actual. Obviamente, por la extensión que tiene esto, y porque es simplemente introductorio, lo voy a hacer de manera rápida y tal vez superficial, simplificando.
Además, quiero aclarar, que no estamos presentando este libro, este libro no tiene nada que ver ni tiene la culpa de lo que voy a decir ahora, ni la persona que lo escribió que es un yo anterior. No por renegar, sino porque probablemente hoy no podría escribir este libro. Hace mucho que no me dedico a actividades académicas y a escribir obras académicas o, en este caso, pedagógicas. Celebro que sea una edición mexicana de un libro que salió en la Argentina, que es un seminario de posgrado sobre historia del pensamiento económico, de ese libro hablo.
Sé que algunos de los presentes se dedican a la filosofía de la economía, a la epistemología; este libro tiene pinceladas de metodología, pero es un libro de pensamiento, de doctrinas, sería la vieja historia de las doctrinas económicas desde Smith a Keynes. Pero no tiene nada que ver con lo que voy a decir ahora. Porque estoy yo y, seguramente, viendo este libro van a decir “cómo presentó este libro hablando de algo que no tiene nada que ver con el libro”, y que tal vez lo contradiga, por eso abro el paraguas.
Entonces voy a hablar un poco del Estado actual del capitalismo, o la evolución reciente y la trayectoria reciente del capitalismo. Que también es una tesis, lo puedo decir así, puede parecer simplemente algo para llamar la atención, pero es algo que pienso profundamente que podría desarrollar un poco más, pero lo planteó de manera axiomática.
El capitalismo actual está en crisis. Está atravesando una crisis muy profunda. Por eso, como es polémico, lo planteo como telón de fondo de lo que voy a contar, y lo voy a desarrollar brevemente para llegar después a Latinoamérica. Entonces, decir que el capitalismo está atravesando una crisis requiere algún desarrollo, pero voy a omitir ese desarrollo, voy a omitir esa discusión, simplemente diciendo que hace poco tiempo, en el año 2008, hubo una manifestación, por eso no es una crisis, sino que está en crisis. Agrego, esa crisis actual es la misma que se expresó y se manifestó en el año 2008, eso fue un síntoma del estado de crisis en el que se encuentra el capitalismo. Esto no es ni para horrorizar a nadie ni para discutir, simplemente lo dejo ahí para que se comprenda desde dónde hablo de Latinoamérica
¿De qué se trata esa crisis? Pongo el episodio de 2008, de la llamada “crisis de las hipotecas subprime” o “crisis de Lehman Brothers”, que tuvo varios nombres porque fue un momento agudo de la crisis. Se manifestó como una crisis violenta por sus números; el que la vivió, o el que pensó sobre ella o el que la estudió, sabe que es la crisis más grande en materia de caída de la producción, de la actividad, del producto bruto internacional desde la crisis del 30.
Para que vean la magnitud de esa crisis, la revista Time lo tuvo a Marx en la portada y decía algo así como “tenía razón”. O sea que algunos pensaban que era una crisis terminal del capitalismo durante su desarrollo porque hoy, vista en perspectiva y con las cosas que están pasando, tal vez se desdibuja la envergadura que tuvo ese episodio.
Y tuvo, además, un desenvolvimiento que es muy interesante, y a mí me encontró desempeñando cargos dentro de la función pública, con lo cual tuve la oportunidad de observarla desde diferentes ámbitos, desde diferentes —podríamos decir— observatorios de esa crisis, vinculados, por ejemplo, con los organismos financieros multilaterales.Es decir, a mí me tocó representar a la Argentina en el Fondo Monetario Internacional, en los encuentros en Washington, en varios, durante el desarrollo de esta crisis, incluso en reuniones de países como el G20, del que participa la Argentina. Iba en calidad de ministro de Economía y, a veces, cuando Cristina Fernández de Kirchner, presidenta en aquel momento, por algunas cuestiones no pudo viajar y fui en su representación a las reuniones de presidentes.
Hablo de esta perspectiva porque no es ni la perspectiva académica, ni una perspectiva progresista o heterodoxa o crítica, pero pude escuchar qué se decía sobre esa crisis. Quiero hablar de eso, la crisis de 2008 surge con el default, o la imposibilidad de pago, de las hipotecas que habían tomado miles, cientos de miles, no sé si millones pero muchas familias norteamericanas. Surge como una crisis en las hipotecas, ni siquiera financiera. Era que muchos deudores hipotecarios norteamericanos, que ustedes sabrán que buena parte de las familias norteamericanas son propietarias de sus viviendas de esta manera, son propietarias pero en el marco de hipotecas de 30 años, de largo plazo, y que muchas veces nunca terminan de pagar y que son, un poco, como si fueran alquileres, rentas.
Pero el pueblo norteamericano es propietario en el sentido de que es deudor de una parte de la vivienda que habita. Y que tiene un título de propiedad sujeto al pago completo de la hipoteca. Y esto habla de un pueblo, de una sociedad tremendamente endeudada. Lo mismo pasa con casi todos sus bienes de capital, con casi todos sus activos físicos, autos, viviendas, a veces cuestiones más pequeñas son producto de créditos. Viven del crédito. Y ¿qué es lo que ocurrió de pronto, de manera sistemática y masiva? No podían pagar la cuota de la hipoteca las familias norteamericanas.
Algunos de ustedes recordarán imágenes, podríamos decir, poco esperables para la economía norteamericana de desahucios, de desalojos masivos, y a muchísimas familias norteamericanas sin casa, viviendo en un remolque, en una casa rodante o directamente en las plazas, con carpas. Habían sido desalojados. ¿Por qué? Porque de manera simultánea y masiva no podían pagar más la cuota de su hipoteca.
Y esto tiene algún interés porque mirábamos desde otros rincones del mundo lo que estaba pasando en Estados Unidos y se nos decía, y no solo en los noticieros, sino desde los foros académicos, desde los organismos multilaterales, desde los expertos matriculados y legitimados, que nadie tenía que entrar en pánico porque esta era una crisis de las hipotecas en Estados Unidos, no era más que eso. Era una crisis hipotecaria.
Y después intentaban dar las explicaciones de por qué se había producido de manera simultánea y masiva esta situación de desalojo. Muchos se estaban desayunando que las familias norteamericanas de clase media, media baja —podríamos llamar sociológicamente— no eran dueñas de su casa. Cuando lo que se plantea acerca del modelo norteamericano es que todos son propietarios, o hay una proporción muy alta de propietarios. Bueno, de pronto estaban todos desalojados y las casas eran de los bancos que le habían hecho los préstamos garantizados con la propia vivienda, la hipoteca. Y quedaron todos en la calle.
Lo interesante fue el intento denodado y, creo yo que forzado, de encapsular la crisis que se estaba produciendo, de encapsularla y limitarla. [Decían] Esto no es una crisis económica, es apenas una crisis hipotecaria, y no es una crisis internacional o mundial o del capitalismo, del sistema, es un problema norteamericano.
Particularidad, a diferencia de otras crisis que habían ocurrido no tanto tiempo antes, por ejemplo, la propia crisis de la Argentina en 2001, y las que habían ocurrido en la década de los 90, uno puede acordarse acá de la crisis del tequila, pero también se puede acordar de la crisis brasileña.La del tequila fue en el 95, la brasileña fue en el 99, después la crisis rusa. Eran crisis muy fuertes, previas a la de 2008, pero periféricas. Y que ocurrían en países emergentes, subdesarrollados, países que no hacían al funcionamiento del capitalismo mundial. Esta tenía una particularidad, si bien se decía que era norteamericana era en el centro del mundo desarrollado. Así que tenía esta particularidad, pero por ahora era solo norteamericana, solo hipotecaria.
Muy pronto la crisis se contagió, o se extendió, al sistema financiero. Entonces ya dejó de ser un problema hipotecario, aunque seguían las familias norteamericanas en la calle, y se convirtió en una crisis financiera, norteamericana, pero financiera.
Interesante esto también, ¿cómo se traslada? Porque alguien puede decir que se contagió. No es precisamente así cómo funcionan los fenómenos económicos. Recién estábamos hablando de cuestiones metodológicas, pero en economía que ocurra antes —esto lo digo con carácter general y para algunos va a ser una novedad— un fenómeno A antes del fenómeno B, no quiere decir que la causa de B sea A. Ni tampoco, siempre las cosas son lo que aparentan.
En economía, a veces parece que es una cosa y no es exactamente eso lo que está ocurriendo. Y, a veces, para desgracia sobre todo de los economistas neoliberales, lo que se ve es lo contrario de lo que pasa. La manifestación del fenómeno se contradice con su esencia y con su naturaleza profunda. Lo cual es desconcertante para los que creen que la economía es un modelo matemático expresable en ecuaciones. Porque estas contradicciones, propias de lo social, quedan afuera de esa forma de representación y de esa forma de expresión.
Acá lo vimos así, aparece de una manera y después resulta que un economista ortodoxo, neoclásico, neoliberal decía que era sólo hipotecario, y después resultó que era financiero. Entonces, ¿qué te dicen? Que se contagió. O sea, ¿por qué dicen que se contagió como un efecto dominó? Porque si no tendrían que contradecirse, tendrían que reconocer que siempre fue una crisis financiera. Pero como primero se vio este síntoma, entonces hablaban de eso y después de lo otro, y decían que hubo un efecto contagio, como si esto fuera un fenómeno biológico, no social, económico, o peor, de la ciencia exacta, ¿no? donde una cosa se puede trasladar, o donde puede haber un efecto retardo, pero no una discusión sobre la esencia y la naturaleza. Mi posición es que nunca fue un problema hipotecario. Que tuvo una manifestación hipotecaria, pero que su génesis, su causa, no es hipotecaria. Por eso hablo de una crisis mundial, y más profunda y más larga.
Ahora ¿qué es lo que pasa, cómo se manifiesta en la faz financiera? Porque resulta que esas hipotecas de las familias norteamericanas se habían multiplicado en base a determinados instrumentos financieros. Entonces, nos enteramos que son hipotecas de un tipo particular que se denominan subprime. ¿Qué vendría a ser subprime? De segunda. Recién ahí nos enteramos que el sistema hipotecario norteamericano, que era algo próspero, solvente, seguro, perfecto, tenía dos partes: la prime y la subprime.
¿Qué eran estas hipotecas subprime? Hipotecas que se le habían dado a familias que no tenían ingresos suficientes para cumplir los requisitos clásicos del sistema hipotecario norteamericano. O sea, se le habían dado hipotecas a quienes, probablemente, no pudieran pagarlas. Ahí nos enteramos de que había habido una proliferación, una multiplicación, un crecimiento del sistema hipotecario norteamericano, el sistema de crédito norteamericano, más allá de las fronteras habituales, que había pasado algo. Es decir que habían llenado de hipotecas incluso a un sector que ellos mismos, el sistema bancario, decía que probablemente no la podían pagar. Le habían dado un préstamo a alguien que era subprime, básicamente, un potencial deudor moroso.
¿Cuántas habían dado? Millones. ¿Y quién lo había autorizado y por qué? Fíjense, si yo le presto plata a alguien que considero que no me la puede devolver, estoy poniendo en riesgo el patrimonio del prestamista, del banco. O sea, el sistema financiero e hipotecario norteamericano había prestado con un riesgo mayor que el habitual, entonces esto tendría que verse en las calificaciones. ¿Se acuerdan que aparecieron las calificadoras? Se tenía que ver en las calificaciones, alguien tendría que decir “este banco está en riesgo”, porque un día pueden no pagarle la hipoteca porque le prestó a alguien que, según ellos mismos, no cumple con determinadas condiciones. ¿Cómo evitaron esto? Acá está la magia. Cada hipoteca, decían los propios prestamistas, tiene un riesgo mayor al razonable, entonces me pone en riesgo a mí. ¿Cómo evito ese riesgo? Lo trasladaron, generando unos derivados.
Voy a ser lo más veloz que pueda en esto porque tiene alguna sofisticación para que nadie lo entienda. Dice un gran pensador argentino que cuando a un economista no le entendés lo que dice no es porque sea muy difícil y sofisticado, sino porque te está jodiendo. Jauretche.
Entonces, ¿cómo era esto? Le presto a una persona que puede no devolver; le presto a dos personas que no pueden devolver; le presto a mil personas que no pueden devolver. Si no devuelven, tengo un riesgo enorme. Pero en vez de hacer eso, empaquetaron todas esas hipotecas, de a miles de hipotecas, en unos títulos derivados, porque no era un título de propiedad sobre algo, sino de propiedad sobre el flujo de esas hipotecas; es decir, todo el pago de hipotecas —de esas hipotecas— iba a parar al que compraba el título. Y el que compraba el título, como compraba no el riesgo sobre una hipoteca sino sobre miles de hipotecas, decía “puede ser que uno no pague, puede ser que dos no paguen, puede ser que diez no paguen, pero no puede ser que todos juntos dejen de pagar al mismo tiempo”, con lo cual se disolvía el riesgo por —llamémosla— la ley de los grandes números.
O sea, que la probabilidad de que el título dejara de pagar el flujo era muy baja. Y, luego, aparecían otros que aseguraban el rendimiento de ese título, eran los credit default swap, que eran derivados de los derivados. Miren a dónde estamos, la estafa piramidal, ¿no? El sistema Ponzi que armaron con este asunto. Pero cuyo resultado —vamos a decir todo— era que muchísimas familias norteamericanas estaban comprando sus viviendas. Y el boom de la construcción que hubo en Estados Unidos fue fundamental para sostener a la economía norteamericana, todo eso es real. Ahora lo otro resultó ser una burbuja y pura espuma.
¿Qué es lo que ocurrió? Bueno, involucrados en todo esto estaban las casas de crédito hipotecario, las empresas de crédito hipotecario, las empresas de crédito financiero, los bancos de inversión, también llamados fondos de inversión, también llamados fondos de cobertura, también llamados hedge funds, también llamados fondos buitre. Que hacían un negocio fabuloso trasladando esto, porque el rendimiento de esos títulos era altísimo, mucho más alto que cualquier tasa de interés. Entonces generó un sistema de rendimiento, de rentabilidad financiera enorme, una enorme burbuja financiera, cuyo inicio era una familia norteamericana que no tenía suficiente ingreso, que no podía comprarse la casa y que iba a pedir el crédito, hasta un momento estaba impedido porque su ingreso era bajo o riesgoso y luego se lo dieron.
Es la [familia] que terminó en la calle, porque siempre el que más paga estas cosas es el pueblo, es la sociedad, el trabajador norteamericano. Pero del otro lado estaba esta enorme arquitectura que además tenía una particularidad, también de época: estos fondos de inversión, estás aseguradoras, funcionaban bajo reglas difusas. Importantísimo esto que quiero plantear porque me parece que es central para comprender la crisis hoy, y lo que nos pasa hoy: estaban afuera del marco regulatorio de cualquier Estado nacional, incluso del norteamericano. Operaban en varios países, a veces en paraísos fiscales, eran empresas extranjeras. Nadie sabía bien, nosotros en la Argentina le decimos “quién le ponía el cascabel al gato”. Pero, ¿quién era el que regulaba todo esto? Doy mi respuesta: nadie.
Quién podía ver lo que después se conoció como riesgo sistémico de esta enorme arquitectura de proliferación de títulos derivados de títulos, derivados de títulos, asegurados también, cuando los aseguraban después vendían participaciones en esos seguros porque se pagaba la cuota del seguro y, como nunca estallaba, era muy buen negocio asegurar todo esto. Fíjense de lo que estamos hablando —diríamos acá— de capital ficticio. En una escala gigantesca.
Había algunas alertas. Algunos decían “bueno, los movimientos financieros internacionales son 10, 20, 30, 50 veces la producción real de los países mundiales”, o sea de los países del mundo, Es decir que había algo que olía a podrido. Pero nadie podía ponerle el cascabel al gato, quién iba a decir “corten esto que puede explotar”. Nadie. Y así siguió creciendo, creciendo, creciendo. ¿Quién decía que estos títulos eran confiables? Porque después se ofrecían en fondos de inversión, en cartera. Lo podía comprar cualquiera y daban un rendimiento muy alto. Así que había un verano de rendimientos elevados basado en esto, y otro, pero voy a hablar de este nada más porque es el origen.
Instrumentos financieros derivados carentes de todo tipo de regulación seria. ¿Entonces quién decía si estos títulos eran riesgosos? ¿Un Estado? No, porque involucraban movimientos internacionales y esos fondos estaban radicados, muchas veces, en paraísos fiscales o en países con baja regulación financiera. Entonces ¿quién lo decía? A alguien que iba a comprar el título, ¿quién le decía “ojo, cuidado que esto puede un día explotar”? ¿Quién era? Empresas privadas, las calificadoras de riesgo, parte también del mismo sector financiero, ¿qué decían?: riesgo nulo.
Las calificaban como inversiones de bajo riesgo. Entonces había una proliferación, acompañado por todo esto, que un día —para ser sintético— voló por los aires. 2008, que trae como resultado que funden las compañías más importantes de hipotecas norteamericanas, funde la aseguradora más grande del mundo, quiebra Chapter 11. Va a la quiebra la aseguradora más grande del mundo, ING. Esto se traslada al sector financiero en su conjunto, entonces lo que nace como una crisis norteamericana hipotecaria luego se convierte en una crisis financiera norteamericana, y después mundial.
Y una vez que empieza a manifestarse en todos los países del mundo, empiezan a quebrar bancos de inversión, se ponen en riesgo bancos de préstamo, de crédito, el primer piso a nivel internacional. Esta misma crisis se traslada a Europa y, después, de la esfera financiera, al sector real. Sector real, sí, las caídas más importantes del producto, un bajón de la economía y del comercio internacional sin pandemia, sin guerra, sin nada. Por esto, un quiebre enorme, un crack, pánico, manía, todo esto junto con efecto en el sector real. ¿Por qué digo que fue tan grave? Quebró General Motors. Como producto de toda esta crisis y dejó un tendal, de empresas con trabajadores reales que producían bienes o servicios. Crisis mundial.
Cuento esta evolución porque me parece interesante cómo habla de la crisis del capitalismo, la economía ortodoxa, la economía convencional. ¿Cómo habla de la crisis del capitalismo? De la siguiente manera: no existen, no pueden existir. No hay en la economía ortodoxa, hoy hablábamos de los planes de estudio, una explicación de las crisis que no sea como cuando hay un accidente aeronáutico, que dicen que fue un error humano, el avión andaba bien, el sistema anda bien, pero se equivocó el piloto.
Entonces acá, como fue la crisis del 30 también, acá Keynes es producto de una crisis así. El tipo dice: “¿Cómo vamos a explicar la crisis con una teoría que niega las crisis?”.
Entonces fue una bancarrota del sector real, con pérdida de puestos de trabajo. Fue una crisis con todas las letras, y fue internacional. Es decir que 2008 no fue una crisis hipotecaria norteamericana, aunque su primera manifestación haya sido esa. Y le agrego, entonces, algunos elementos a lo que dije al principio: el mundo está en crisis. ¿En qué crisis? En esa misma, lo puedo decir así o decir: todavía no se resolvió esa crisis. Paso a explicar esta cuestión.
Voy a hablar de dos cosas —lo más breve que pueda— una de cómo se intentó resolver esa crisis y después cuál es el origen de esa crisis. Eso ya es mi punto de vista, ¿por qué pasó todo eso? ¿Por qué el mundo tuvo un sacudón de esa envergadura?
¿Cómo resolverla? Les digo lo que decían en el Fondo Monetario Internacional, participé de las reuniones como ministro de Economía, de las del G20, decían: “Lo que está mal, lo que falló es la arquitectura financiera internacional”.
Estamos hablando de cómo funciona el sistema financiero mundial. Y decían ¿cuál es el problema? ¿Y por qué decían esto? Porque entraron en default, todos estos derivados cayeron, no se pudieron pagar los títulos y sus vencimientos, las aseguradoras que habían asegurado el pago de esos títulos que juntaban todas las hipotecas, o quebraron o encontraron alguna salida, pero no pagaron los seguros, es decir voló todo por los aires, entonces “alguien no la vio venir”.
¿Para qué está la regulación del sistema financiero? Para que un banco, que puede ser privado, le diga “vos tenés que cumplir determinados requisitos de liquidez. No podés prestar toda la plata que te dan porque si no corre riesgo, los activos en los que invertís los depósitos tienen que estar dentro de este set de activos, porque si no poedés perder y traicionar a los depositantes”. El regulador hace esto, ¿y todos estos títulos? Festival, y nadie dijo nada. O sea, que o no la vio venir, o evalúa mal, o son cómplices. Hay que cambiar todo el sistema financiero internacional.
¿Pero qué problema había? A los reguladores locales, a la FED, a la Reserva Federal, a los bancos centrales de cada uno de los países, claramente esto se les fue de las manos. ¿Cómo iban a hacer para regular estas cosas? Entonces hablaban de una nueva arquitectura financiera internacional, y de la crisis de las instituciones de Bretton Woods. Hay que diseñar todo de nuevo, está todo mal porque corremos estos riesgos en un sistema donde nadie lo vio venir, y cuando vino dijeron que era una cosa y después terminó siendo otra. Entonces hubo una quiebra, una bancarrota de empresas financieras, de empresas productivas, y una bancarrota teórica, conceptual, histórica y de un discurso. Porque los mismos economistas que tenían que explicar la crisis, eran los que decían que nunca iba a pasar porque el sistema era robusto, era sólido, era estable, era serio, era cuidadoso.
Entonces, ¿cómo se arreglaba? Cambiando la estructura, la arquitectura, la ingeniería financiera internacional, creando agencias internacionales que puedan regular los flujos de capitales, los movimientos de estos títulos, el mercado de derivados, las deudas soberanas.
Hago una pregunta a este auditorio, ¿eso pasó? No, ni remotamente. Hoy la arquitectura financiera internacional, fuera del cambio de las cláusulas de algunos títulos de deuda soberana, de algunos elementos muy menores, no cambió. No hay un regulador mundial, no hay una coordinación, no hay suficientes movimientos y transparencia en las informaciones nacionales, los paraísos fiscales están de fiesta, los paraísos financieros [están] proliferando. Así que si el problema era la arquitectura financiera internacional, lo que no sé si generó pero permitió que ocurriera esa crisis, estamos igual o peor, así que debemos estar en una etapa de tantos riesgos y tanta fragilidad como la que teníamos entonces, como mínimo, con hechos, más allá de mi opinión.
Ahora ¿por qué ocurrió? Tengo una ventaja en esto ya que poco después de esa crisis, escribí un artículo—muy sobre el calor de la crisis— que no les recomiendo, pero que voy a resumir. No lo recomiendo porque no lo leo hace rato, pero decía algo parecido a lo siguiente. Cuando decían que era una crisis, también por la orientación, por la perspectiva, por la mirada de la economía, por lo que yo entiendo del vínculo entre lo financiero y lo real, porque en la economía ortodoxa hay una separación disciplinaria de lo financiero y lo real.
El presidente actual de la Argentina dice ser especialista en crecimiento con y sin dinero, ¿lo escucharon decir eso? Bueno, voy a tratar de no atragantar, pero hay modelos económicos de crecimiento donde no interviene el dinero, imagínense el sistema financiero, no hay nada. Hay modelos de crecimiento económico sin dinero, más allá de todo lo que podamos decir de las palabras de Milei.
Ahora bien, una cuestión es esta, ¿cuál es la causa de fondo de la crisis? Opinión por supuesto discutible, yo creo que tiene que ver con cambios muy profundos que se están produciendo en el ordenamiento internacional, ni en las finanzas, ni en lo monetario, sino en la producción, llamémoslo en la división internacional del trabajo.
No voy a decir ninguna genialidad ni nada original, simplemente lo voy a encadenar con lo que venía diciendo. Hace mucho tiempo, a nivel planetario, está habiendo una nueva división internacional del trabajo, cuyas consecuencias afectan todas las esferas de la vida social, económica y de cada uno de los países y las naciones y las regiones. La voy a simplificar muchísimo y para no meterme en líos no la voy a datar, voy a decirlo muy en general como un cuentito. A partir de determinado momento, llamémoslo fines de la Edad de Oro del capitalismo, fines de la década del 70, empieza a haber una relocalización a nivel global del sistema productivo, donde algunas tareas, algunos segmentos de las cadenas de valor se trasladan a Asia. Ese es un proceso, que en mi relato empieza en Japón, pero luego pasa a países tan diversos como Vietnam, Singapur, Corea y, por supuesto, China.
¿A qué van los capitales productivos, las empresas productivas a esos lugares tan distantes y tan remotos? A buscar salarios bajos, a trasladar una parte del proceso productivo a regiones donde hay una población obrera, que antes era campesina, industrial, y donde los salarios son visible y llamativamente mucho más bajos que en los países centrales, en los países clásicos del desarrollo industrial. Es decir, hay una traslación, una relocalización, una mudanza de buena parte de los procesos productivos a Oriente.
¿Qué es lo que representa esto? ¿Qué es lo que genera esto? Hay muchísimas cosas para decir pero hay una que es importante para América Latina, por eso de que “mal de muchos consuelo de tontos” decimos en Argentina. Se produce una desindustrialización de países que habían tenido una tradición, una historia industrial muy potente, una desindustrialización, o relocalización, segmento del proceso productivo, en general lo que uno llamaría la parte del trabajo manual pero de mano de obra intensiva en tecnologías fordistas, parte de la cadena de montaje. Trabajo industrial no calificado, obrero industrial clásico. Eso se va a Oriente, ¿y de dónde se va? De todos los países originalmente industriales, particularmente Europa y Estados Unidos. Por supuesto que también de América Latina; los países con tradición industrial de América Latina, se desindustrializan.
Nosotros en la Argentina nos quejamos mucho de esa desindustrialización y la atribuimos muchas veces a políticas nacionales y a procesos históricos y políticos nacionales, pero tiene envergadura mundial. Estados Unidos perdió su industria automotriz, o buena parte de su industria automotriz, a manos de los países asiáticos. Es decir, el llamado cinturón del óxido donde estaban los trabajadores industriales de la más poderosa manifestación de la industria automotriz del mundo, se fue; se fue esa producción.
Lo marco porque esto es un proceso largo, no tanto como en China que se mide en milenios, pero si en décadas, pero que es sistemático y sostenido. El traslado del proceso de una parte del proceso productivo, con una nueva división internacional del trabajo, nuevas formas de las cadenas globales de valor, esto incluye nuevas tecnologías, nuevas formas de comunicación, varias cosas porque se coordinan procesos muy complicados. Tiene que ver con la crisis del 2008 que no se resolvió, en su faz financiera y en su faz económica tampoco. Porque se desindustrializaron países que antes eran industriales. Y eso generó algo que se ve desde la década de los 80 en Estados Unidos, que es un estancamiento de los salarios industriales. Alguno habrá dicho “bueno, porque la economía es el fin del trabajo”. No, es el fin del trabajo en algunos lugares entendido así, se fue a otro lado.
Estas economías de servicio participan de una división internacional del trabajo, donde los bienes se producen en otro lado y a veces con la misma tecnología, pero en otro lado. Entonces, ¿qué es lo que genera esto? Enormes e inmensos problemas para los gobiernos, y para la sociedad, transformaciones profundas. Hablo del Gobierno norteamericano, principal potencia industrial del mundo, entra la desindustrialización pero no bajan sus niveles de consumo, entonces se convierten en importadores de productos industriales.
Voy a contar porque hablamos de mi tío. Mi tío después de vivir en México y trabajar acá, cosa que descubro ahora, se fue a vivir a Estados Unidos. Cuando nosotros íbamos a visitar a mi tío y a mis primos, nos comprábamos una remera, decía made in USA. No existe más, textiles made in USA, muy poquitos. Claro, yo por mi edad conocí la historia, después dijeron en algún momento made in Vietnam, y ahora dicen made in China.
Entonces, algo pasó. Ahora, ¿qué le pasa a los gobiernos? Déficit comercial crónico, importan prácticamente todo o buena parte de lo que consumen. Entonces en su balanza comercial las importaciones crecen, si quieren sostener los niveles de bienestar y de consumo, importaciones crecientes, ¿y qué exportan? A veces patentes, a veces servicios. ¿Figura eso en la balanza comercial? En la parte de bienes no, pero ¿cómo figura y dónde?. Se arma una situación distinta, desconocida.
Estados Unidos empieza a tener una balanza comercial deficitaria muy fuerte y eso acompaña su desindustrialización, y al mismo tiempo familias con salarios estancados, que para sostener niveles de consumo se endeudan.
Y algo que me parece importante marcar es el problema de los gobiernos nacionales con la relocalización, primero de la producción, después de las industrias. De las sedes, ¿cómo se llamarían?, los cuarteles centrales de las industrias, se van a otro lado, a un paraíso fiscal. Ya no producen en ese país, se van a otro lado. Y empiezan a triangular, a manipular, y acá va la gran pregunta ¿quién paga los impuestos? Tiene que ver con esta transformación productiva y estructural, eso es lo que quiero decir, los Estados nacionales ya no regulan los capitales, ahora regulan la producción un poco, regulan el consumo más o menos, y ¿cómo están las cuentas públicas? Con déficit.
Y acá va mi experiencia en el G20. Los países más poderosos, más desarrollados del mundo cada vez tenemos más demanda. En Europa, por ejemplo, tienen la inmigración y tienen que sostener niveles de salud, de educación. Decían “tenemos que sostener el estado de bienestar de la posguerra”, ¿con qué recursos? Si las empresas nacionales no pagan impuestos en este país, no podemos recaudar. Entonces empezaron a dejar de recaudar en las empresas y empezaron a recaudar con las personas. Y las personas se van del país. Los millonarios se van a vivir a paraísos fiscales, los dueños, los propietarios, ¿a quién le cobran los impuestos? Y tienen cada vez más demanda, y más dificultades sociales y tienen que dar respuesta y el Estado no puede.
No regulan las finanzas, no pueden cobrar los impuestos y les piden. Tomo el tema de la inmigración, porque es muy claro, empiezan a tener sociedades más segmentadas a las que no estaban acostumbrados los países europeos y tienen que dar una respuesta. Se necesitan fondos, ¿de dónde sacan esos fondos, a quién le cobran, a dónde los van a buscar? Déficit fiscal y endeudamiento cada vez más grande para sostener niveles de prestación del Estado sin poder cobrar los recursos. Entonces fíjense, y acá vienen de nuevo los economistas ortodoxos. Después de decir que el sistema financiero es un desastre, dicen “y los gobiernos son irresponsables, gastan más de lo que tienen, ajuste, achicamiento, privatización”. Y no estoy hablando de los países periféricos, estoy hablando de los países centrales.
Les recomiendan lo contrario de lo que tienen que hacer y dicen “hay grandes desbalances”. Y entonces uno empieza a ver, ¿cuántos países tienen superávit fiscal? Muy poquitos, hay una lista de The Economist que de 152 países, tres tienen superávit. O sea, que viven en el déficit. Cualquier economista clásico, neoclásico, neoliberal, ortodoxo diría “la sirena, luz roja, peligro”. ¿Y cómo hacen para sostener las dificultades, los problemas que tienen de infraestructura? Desregulan todo, si esto es producto de la desregulación y de la imposibilidad de regular. Entonces yo creo, y con esto cierro la cuestión de la crisis, que evidentemente esta situación, que no cambió, genera diferentes tipos de problemas: en las finanzas públicas, en la cuestión financiera, en la vida de la familia, en los niveles salariales. Y quiero decir, es resultado del desarrollo del libre comercio, del libre mercado, de la libre empresa, y los gobiernos atajan pelotas que les tiran de todos lados y demasiado fuerte, y no pueden.
Entonces agrego un elemento más a esta cuestión, aparece que estos países a donde mandaban la producción las grandes empresas capitalistas, las grandes empresas norteamericanas, europeas, donde mandaban parte de la producción, el caso paradigmático es China, se convierten no en países solamente de salarios bajos donde se puede mandar a hacer una parte, a realizar, a tercerizar una parte del proceso productivo, sino que empiezan a crecer y ya empiezan a disputar la predominancia a nivel mundial.
Bueno, la crisis de 2008 fue una manifestación de esta crisis. La otra cara es la enorme crisis de hegemonía a nivel internacional. Este mundo que pasa de ser, después de la caída del Muro, de un mundo unipolar, a un mundo complejo, bipolar, multipolar, caótico, no sé, y en guerra, en guerra en Europa, en guerra en Oriente Medio. Ese es el mundo que tenemos hoy.
Y me pongo en consultor o en economista ortodoxo, ¿cómo se soluciona esto? Lean los artículos de los economistas ortodoxos, cómo se soluciona, te dicen ‘¿solucionar qué, no hay ningún problema? ¿Qué crisis? La guerra es por temas religiosos. China tendría que regular más su sistema financiero’. Y después surgen cuestiones que suenan anacrónicas. Donald Trump, primera campaña electoral, diciendo ‘voy a poner arancel plano a todos los productos de 35 por ciento para Make América Great Again’, o sea reindustrializar Estados Unidos. Estuvo todo el episodio de Harley Davidson, pero hay varios. Fracaso. No ha podido, no ha pasado.
Estamos en un mundo en disputa, en un mundo de incertidumbre, en un mundo donde antes la hegemonía del dólar era incuestionable, hoy está en discusión. Donde de pronto suben las commodities, bajan las commodities. Donde no sabemos qué va a pasar el año que viene, no sabemos qué va a pasar el mes que viene. Y donde no hay relato. Fundamental para mí, crítico, de los países centrales. ¿Cuando se cayó el Muro qué nos dijeron? Hay un paraíso en la tierra. Aplicás estas medidas, vas para ahí. Si no llegás es porque las aplicaste mal. Es culpa de gobiernos irresponsables, latinoamericanos, gastadores, pero lo aplicaste mal.
Entonces, ¿cómo hacemos con esto y qué hace la Latinoamérica posneoliberal? ¿Cuándo se acaba el neoliberalismo? Cuando ese relato no solo nos lleva a una crisis, sino que hace añicos las economías nacionales y no hay forma de explicarlo.
Y creo que lo más grave de todo esto, y acá es un punto que quiero resaltar, es la impotencia de los Estados nacionales para responder a este problema. ¿Qué políticas aplicás con esto? ¿La que dijo Trump, Estados Unidos va a volver a tener un esplendor industrial? ¿Qué hacés, aranceles? ¿Interrumpís el libre comercio internacional? Te lleva a paradojas inexplicables. La única potencia que hoy defiende el libre comercio es China, país oficialmente comunista. Estamos en un momento de imposturas, estamos en un momento de absurdos, donde no hay relatos. ¿Qué hay que hacer, subir los aranceles al 35 por ciento? Arriesgo esto, si Trump hubiera puesto aranceles a las importaciones del 35 por ciento para todos los productos que venían de China, no se iba a relocalizar la industria. La diferencia de competitividad sospecho que es más grande que el 35 por ciento.
Así que, ¿cuál iba a ser el resultado de esta política que finalmente no aplica, porque era un absurdo? ¿Qué iba a pasar? Le iba a caer 35 por ciento el salario a los norteamericanos, que iban a tener que comprar los productos con un 35 por ciento de castigo por los aranceles a la importación. Ni hablar de que los países centrales que pregonaban el libre comercio, la desregulación, ahora nos dicen, “hay que regular, hay que proteger’” se volvieron proteccionistas. Las potencias centrales que nos contaron a los países periféricos que la peor enfermedad que podíamos tener era el proteccionismo, cuidar nuestra industria, los planes de desarrollo, toda una locura, no enseña más eso. En las universidades, economistas formados en los 90, no se enseña más planificación, no hay economía del desarrollo, por eso felicitar un posgrado, una maestría en desarrollo. Porque alguien tiene que discutir esta cuestión y buscarles una solución.
Y para terminar, Latinoamérica ¿qué le queda en este mundo, nuevo, distinto, confuso e inesperado para muchos? Creo que tenemos muchísimas oportunidades, que se puede abrir una ventana de oportunidades importantísimas para Latinoamérica.
No voy a pronosticar que se viene una nueva guerra fría o una guerra caliente. Si voy a decir que hay un conflicto latente y que hay diferentes bloques. Y que a América Latina esto de que no haya un solo camino le abre muchas oportunidades. Pero hay que reflexionar, hay que pensar, hay que diseñar, y hay que actuar, por eso es importante lo de Andrés Manuel. Porque todas las recetas neoclásicas, todas las recetas neoliberales, todo el Consenso de Washington se prendió fuego en México.
Subir los salarios no es inflacionario, controlar o regular una serie de precios que tienen que ver con los consumos masivos puede andar bien y generar más bienestar. Programas masivos desde el Estado, con el sector privado pero de obra pública, de vivienda, funcionan, no son insostenibles, no generan caos, no expulsan a las empresas privadas, hay mucho. Y en Argentina durante los 12 años de Néstor y Cristina hicimos mucho de esto, que va a contracorriente de lo que se enseña en el dogma, en la Biblia del neoliberalismo.
¿Y hoy quién nos va a venir a decir? ¿Quién nos va a venir a discutir que hay que aplicar medidas que no funcionan ni siquiera en los países centrales? ¿Quién nos va a decir que abramos completamente nuestras economías a la entrada de productos de importación, a veces en precio de dumping, sin mirar el empleo ni la producción nacional? ¿Qué nos pueden decir? Cierren los ojos y suicidense.
Creo que la historia nos ha dado una oportunidad muy grande y creo que tiene que ver con revalorizar los gobiernos y los Estados nacionales, cosa que también va a contramano ya no del discurso económico solamente, sino del discurso político, social, ideológico. Hay una discusión sobre el papel del Estado enorme, porque cómo es que la potencia, o el país capitalista más exitoso en términos de crecimiento, de salir de la pobreza, no quiero caracterizar todo, estoy hablando de estas variables, para no entrar en polémica, es China. Que no quiere decir que lo que hace China se pueda aplicar ni remotamente en nuestros países, pero quiero decir, qué bancarrota discursiva, conceptual, política, ideológica que está sufriendo la derecha internacional, espantosa, para darle el pésame.
Ahora, ¿qué tenemos que hacer ante esto? Dije una revalorización del papel de los Estados nacionales pero con instrumentos. Discutamos los instrumentos, discutamos los instrumentos analíticos, teóricos, conceptuales y políticos, las políticas de Estado, discutámoslas de nuevo. Lo que nos vendieron estaba fallado y no sirvió, y ni ellos lo aplican. Entonces, tenemos una oportunidad.
Tenemos una oportunidad para pensar que los gobiernos pongan su ojo en la producción nacional, en la industria nacional, en el trabajo nacional, en el bienestar a nivel nacional, pero un nacionalismo, por eso, pedí disculpas antes de usar la palabra, porque como cada una de estas palabras tiene una carga a veces muy contradictoria, histórica. Así como lo popular no es necesariamente populismo, creer y engrandecer la Nación no necesariamente es nacionalismo, o no todo tipo de nacionalismo implica esto. Así que aclarado.
Dicho esto creo que para el caso de América Latina, y con esto quiero cerrar y hablar desde Argentina, para el caso de América Latina, la salida por lo que dije antes, ya lo elaboré, no puede ser sólo nacional. Ni siquiera la reconstrucción de las ruinas que deje Milei se van a poder resolver solo y únicamente con políticas nacionales o con una mirada nacional. Por eso creo que hay un nuevo espacio para la integración latinoamericana, que ya no es una cuestión “veamos, puede estar bueno, probemos con esto”. Creo que es imprescindible y necesario.
Que no hay país que se pueda salvar solo. Y que, obviamente, para encontrar esos ejes de confluencia, de articulación e integración, por supuesto que uno mira primero a los cercanos, a los vecinos y a los que además han atravesado una historia similar, que tienen problemas similares, que tienen incluso presiones políticas que con nombre distinto buscan objetivos y resultados similares, que participan de tradiciones similares, de culturas similares con sus particularidades.
Entonces, yo creo que tiene que haber una solución que tenga que ver con la producción y el trabajo, con la reindustrialización, pero que esa reindustrialización tiene que ser en clave nacional y distributiva, es decir, popular, pero además que tiene que tener una mirada de integración regional.
Miren, si me preguntan a mí, estamos condenados a avanzar en la integración regional. Como yo creo que es una dulce condena, la festejo pero cualquiera que intente, como está pasando hoy con Milei en la Argentina, un proyecto, una aventura de relacionamiento internacional unilateral, antiguo y ruinoso finalmente, creo que va al fracaso.
Entonces yo festejo también, que tanto Andrés Manuel como Claudia, presenten la cuestión latinoamericana como materia de gobierno y de objetivos de gobierno.
Mi presencia acá, de muchos otros compañeros y compañeras de Latinoamérica, tiene que ver con eso. No solo con venir a compartir, a observar, a conocer y aprender, sino también venir a proponer un proyecto para Latinoamérica, que lo tienen evidentemente que articular y plantear los propios países, el pueblo latinoamericano.
Este derrotero que recorrí llega a esta conclusión. Sí, nacional, popular, por supuesto democrático, inclusivo, pero también, y yo creo que principalmente por una cuestión de coyuntura, latinoamericano. Esa es la solución, ni una nueva arquitectura financiera internacional hecha por los bancos de inversión y por los poderosos y por las potencias centrales, ni medidas superficiales y estrictamente convencionales, ni menos todavía el recetario neoclásico, sino un nuevo proceso consistente, pero además muy claro, de integración energética, de integración productiva y, por supuesto, de integración cultural y política para Latinoamérica.
Muchas gracias.