En la audiencia 27 del juicio de lesa humanidad testimoniaron de modo virtual la sobreviviente Patricia Dorrego, desde Cádiz, España, y la testiga Rosario Reynoso, hermana de José Lisardo Reynoso.
Derechos Humanos de la Provincia es querellante y acompaña a los testigos a través de la Dirección de Acompañamiento a Grupos en Situación de Vulnerabilidad en este juicio llevado a cabo este martes 5 de agosto por parte del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5 de San Martín, compuesto por la jueza María Claudia Morgese Martin, Silvina Mayorga y Walter Venditti,
Los hechos de lesa humanidad que se investigan son los ocurridos en el circuito concentracionario de la Fuerza Aérea, en la zona oeste del Gran Buenos Aires y que comprendía los centros clandestinos de detención Mansión Seré, RIBA (Regional de Inteligencia de Buenos Aires) y los que funcionaron en las Comisarías de Moreno, la primera de Morón y las Brigadas Aéreas I de Palomar y VII de Morón, entre otros.
Recordemos que tiene como acusados a Julio César Leston, Ernesto Rafael Lynch, José Juan Zyska, Juan Carlos Herrera y Juan Carlos Vázquez Sarmiento y es el resultado de la unificación de dos causas: una de ellas aborda 127 casos de víctimas de privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos, y tres homicidios en el ámbito del circuito represivo de la zona oeste del conurbano bonaerense; y la otra causa por privaciones ilegítimas de la libertad de tres personas.
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En este audiencia 27 del juicio de esa humanidad prestaron testimonio de modo virtual desde España la sobreviviente Patricia Dorrego y la testiga Rosario Reynoso.
Patricia Dorrego tenía 19 años, militaba en la UES en el Colegio Lenguas Vivas y fue privada ilegalmente de la libertad en dos oportunidades: la primera en noviembre de 1976 y estuvo vendada y sin ingerir alimentación en un lugar que desconoce en Capital Federal hasta que fue liberada cerca de su casa.
Luego de manifestar que no podían reconocer a los imputados porque estuvo vendada y si había visto algo no sabe si lo recordaría porque pasaron más de 40 años, relató cómo habían sido sus dos secuestros. “Yo vivía todavía con mis padres, fue la segunda vez. A mí me secuestraron dos veces. En la casa Seré fue la segunda vez y me llevaron vendada, yo tengo dos hermanos, vi a mi hermano encañonado que es Marino Mercante, que estuvo en Las Malvinas también, después, y estaba mi hermano estaba encañonado en el suelo con una pistola. Y a mí me vendaron los ojos y me llevaron no sé a qué sitio porque yo no sabía que existía la casa Seré. Esto lo averigüé después. Me llevaron esa casa, me metieron en una habitación con los ojos vendados que era como una goma, no era tela ni nada y me hacían preguntas. Yo había estado fuera 9 meses, por lo tanto ni me acordaba de nada y lo único que había participado es en la UES. Me hacían preguntas, me tuvieron allí detenida, sin saber lo que pasaba. Había momentos que había música porque se escuchaban a veces gritos y cosas y entonces ponían música o la radio. Y estuve allí 10 o 14 días. Es lo que más recuerdo”.
Luego de eso viajó a EEUU y al regresar a la Argentina fue nuevamente secuestrada en la medianoche por una patota mientras se encontraba en su domicilio de la calle Rivadavia al 1500 junto con sus padres, 2 hermanos y su abuela. Dijeron que la buscaban a ella, le vendaron los ojos con una goma y la subieron a un vehículo. Estuvo secuestrada entre 10 y 14 días y fue liberada.
“Y también una noche uno de los de los que estaba por allí, no sé por qué, se acercó y hubo como un acoso, pero por suerte yo me salvé, yo creo también porque empecé a llorar como una magdalena y entonces se fue este señor”, prosiguió Patricia.
Y agregó la descripción de los lugares donde estuvo secuestrada y que la habían interrogado en distintas oportunidades por personas que nunca les vio la cara y que en estuvo con otra chica, Alejandra Taddei, que fue la que manifestó luego dónde había estado, “porque yo después de eso me fui de Argentina, y he vuelto en dos ocasiones en todos estos años, y ella fue la que dijo que había estado conmigo el último día antes que nos soltaran”.
“Yo cuando salí de allí me sentía que podía que podía ser una "kamikaze" que yo podía meterme en donde fuera, que tenía poderes como todo el mundo que torturaban. Yo creía que podía vagar por el mundo, que nunca nada malo me podía pasar. Y el malestar que yo tenía era que no podía quedarme, que no encontraba no encontraba mi lugar ni dónde estar. Por eso decidí irme”, concluyó.
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El segundo testimonio fue de la familiar Rosario Reynoso y dijo que ya no recordaba las fechas de cuando fue secuestrado su hermano José Lisardo Reynoso, cuando vivía en Moreno en el barrio San Jorge, cerca del Matadero San Jorge, pero sí recordaba que se entera por los vecinos que habían secuestrado a su hermano, que habían ido y que lo llevaron y que también se entera por sus sobrinas, “las hijas de él que eran chiquitas, tendrían eso de 5 y 7 años más o menos, y que ellas estaban solas. Después al tiempo vino mi cuñada y me dijo: vamos a averiguar qué es lo que pasa con él”, empezó narrando Rosario.
José Reynoso militaba en la sociedad de fomento del Barrio San Jorge y estuvo cautivo en la Comisaria 1° Moreno durante aproximadamente tres meses.
Luego manifestó que fueron al centro, porque yo realmente no conocía el centro pero sí su cuñada, porque trabajaba en casas familias y conocía mucho, y que hicieron la denuncia de la desaparición. Hasta que lo soltaron de un día para otro.
“No sé qué pasó, dónde lo estuvieron secuestrado, pero sí recuerdo cuando hablamos con él y entonces nos dijo que lo tenían en algo que era, a ver, subterráneo, algo así, y que le habían puesto picana, que lo desnudaron, que le pusieron o le tiraron un poco de agua y lo picanearon en los testículos”.
Luego narró que su hermano vivía en un barrio nuevo, donde trataba de todos los medios de ayudar a los que recién llegaban, trabajaba con ellos, les ayudaba a levantar las casas; que en su momento quería armar una asociación para que trajeran la luz y para hacer todos los trámites. “Él era conocido allí por la forma de ser de él, donde daba una mano a quien lo necesitaba. Ese fue su forma de ser de siempre”.
“Después él sufrió y no sé a cuántos años después, le agarró una ACV, donde lo tuve yo en casa porque había muerto mi madre cuando él le dieron el alta. Después de un largo tiempo empezó a caminar. Yo me acuerdo que le masajeaba las piernas mientras estaba internado porque no las podía mover. Después se fue recuperando de a poco, caminaba con un bastón, y después él murió de un ataque de de coma diabético”; y dijo que su otro hermano le había dicho en su momento que le había visto la espalda toda como quemada de las picanas que la habían pasado.
Y agregó que nunca quiso presentar nada porque decía: “¿Para qué? Él sufrió bastante. Ya no vale la pena. Y pasaron tantos años que digo, Dios hará justicia con aquellos que lo torturaron. Pero también me pongo a pensar que si fueron militares los que lo llevaron, que en el ejército cada uno cumple órdenes de los mayores, así que no juzgo yo a ellos, sino a quienes manejaron. Dios se hará cargo. No me importa la justicia en sí. Lo único que sí, que mis sobrinas tuvieron que padecer muchas cosas, se quedaron sin casa. No sé qué es lo que pasó con la gente que se metió ahí. No sé, nunca más fui al barrio”, concluyó.
La próxima audiencia quedó planteada para el próximo martes 19 de agosto a las 9 hs.